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Faltaban dos días para vencer los primeros giros que había hecho a cargo de su misma casa, y seguía bajando desastrosamente el papel en que había invertido aquellos fondos, cuando recibió el siguiente lacónico telegrama de su apoderado: «Casa A... suspendió pagos; necesito fondos vencimientos pasado mañana. Consternación plazaEste golpe era terrible para don Simón.

Coleccionaba sellos diplomáticos, bordaba en tapicería, tocaba desastrosamente la flauta y pronunciaba las erres de esa manera gutural y arrastrada, propia de los parisienses, que imitan en España algunos afrancesados elegantes, y es defecto natural en otros muchos, para quienes se inventó aquello de: «El perro de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Ramírez se lo ha robado».

Ella se conmovió mucho... Amaba a la España muy fuerte, y estaban los carlistas unos brigantes muy atrevidos, como Diego Corrientes y Gosé María. Currita, al oírle chapurrear tan desastrosamente el castellano, hablóle en francés y ella agradeció la atención con una amable sonrisa.

Cuando las noticias llegaron á la cabaña donde vivían la pobre Julî y su abuelo, la joven tuvo necesidad de que se lo repitieran dos veces. Miró á hermana Balî que era quien se lo decía, como sin comprenderla, sin poder coordinar las ideas; le zumbaron los oidos, sintió opresion en el corazon y tuvo como un vago presentimiento de que aquel suceso iba á influir desastrosamente en su porvenir.

El vulgo admirador se sobrecoge por un especie de pavor sagrado; el liviano superficial sale haciendo asquillos, porque sus ojos no han visto mas que los materiales despojos de la humanidad; el ilustrado naturalista contempla absorto el prodigio de este fenómeno físico; y el sabio, que penetra el poder de las pasiones y la moralidad de las acciones humanas, esperimenta en su presencia un recogimiento respetuoso, que evocando los pensamientos mas serios, le hace esclamar en el silencio de su corazón; ¡Padres de familia! procurad con la educación, con vuestro ejemplo, con la persuasión y hasta con vuestra autoridad, precaver a vuestros hijos del trato e inclinaciones con aquellas personas, que vuestra prudencia no juzgue convenientes para unir con ellas la sangre, la fortuna y el nombre de vuestra alcurnia; pero si vuestro descuido, o la imperiosa voz de la naturaleza, en fuerza de irresistibles simpatías, han llegado a crear la necesidad de la unión de dos almas sensibles, respetad este inesplicable enajenamiento del amor, esta pasión que consume y alienta, que no se enciende mas que una vez en la vida, y que sacrificada con violencia, termina desastrosamente castigando la terquedad de los padres con dolorosos remordimientos, que les acompañan hasta las tristes sombras del sepulcro.

Como «había proyectos sobre ella», al decir de su madre, interinamente la pusieron maestros de primeras letras y de música, con los cuales aprendió a leer mal, a hacer palotes muy torcidos y a solfear desastrosamente, por culpa, según dictamen del maestro, que era un italiano famélico, de su mal oído.

Volví a enredarme de un modo tristísimo, hasta que el capellán me llamó de nuevo al orden. Al cabo, aunque desastrosamente, me expliqué y confesé que estaba enamorado de la hermana San Sulpicio, y que venía a suplicarle que me ayudase contra su familia, que la retenía injustamente en el convento, para hacerla mi esposa.

Enormes cometas en forma de dragones y gigantescas mariposas; otras tan ingeniosamente dispuestas, que a intervalos lanzaban, al entrar de cara al viento, el grito del halcón; algunas tan grandes que era imposible que ningún muchacho pudiera dominarlas, tan grandes que hacían comprender el por qué en China echar los cometas es una diversión para los mayores; mitología de porcelana y bronce tan desastrosamente fea que, por la misma imposibilidad de serlo, no despertaban ni simpatía humana ni sentimiento alguno de piedad; jarros de dulce cubiertos completamente por pensamientos morales de Buda y de Confucio; sombreros que se parecían a cestos, y cestos que se parecían a sombreros; sedas tan tenues y delicadas que no me atrevo a decir el increíble número de yardas cuadradas que podrían atravesar a la vez un anillo infantil.

Hemos hecho, pues, el viaje juntos, hablando con calor de nuestros hechos de armas, de las batallas en que nos hemos encontrado, de los vicios de nuestra organización militar y de los motivos que han hecho esta guerra, de la cual hemos sido actores, tan desastrosamente inútil.