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No le desagradaban los cuadros; tanto más, cuanto que los comprendía, a diferencia de lo que pasaba con algunos objetos artísticos, que se le antojaban asaz de feos y extravagantes.

Tenía la actriz lindo palmito y gracia natural, con lo que, como era de suponer, andaban por ella muchos galanes bebiendo los vientos y haciendo no pocas locuras, algunas de las cuales fueron bastantes ruidosas, dado que á la comedianta no le desagradaban las aventuras.

De este último dictamen fué especialmente un cierto Alonso de Mendoza, monje agustino de Salamanca, el cual dijo que el teatro era un entretenimiento lícito y hasta saludable para el pueblo, y que en España no había degenerado hasta el extremo de hacer necesaria su abolición, aunque fuesen vituperables y debieran condenarse ciertos bailes y cantares lascivos, que con razón desagradaban á las gentes sensatas.

De esto ha nacido el que Lock tuviese muchos contradictores, entre los quales es muy señalado Leibnitz, que gustaba de algunas cosas de esta Obra, y le desagradaban muchas: es verdad que se convenian en algunas opiniones, y se oponian en otras.

Expiraba. ¿Por qué se habrá matado? No lo . ¿Qué dijo el Príncipe? Lloró. ¿Cuántas veces ha venido usted a esta casa? Dos o tres veces. ¿No desagradaban a la difunta esas visitas de usted? No . ¿Conoce usted a Vérod? No quién será. La persona que denuncia el asesinato. No lo conozco. El juez cesó de interrogarla. La ignorancia de usted es demasiado grande.

Si su persona y su carácter no desagradaban a la jovencita, ¿qué importaba la diferencia de edad? ¿La experiencia que había adquirido con los años, no hacía de él un partido más conveniente que tantos otros?... Pero sobre todo, la amistad que lo unía al padre, ¿no era una garantía de que consagraría toda su vida a hacer feliz a la hija?

Y entonces, siguiendo los argumentos de Vérod, ¿habría que volver las sospechas hacia el lado de la joven estudiante? ¿Querría el Príncipe demostrar que se trataba de un suicidio, para salvar a su compañera de fe política? ¿Qué pensaba su patrona de esa mujer que estaba en la casa, de la Natzichet? No . No la veía. ¿Pero tenía conocimiento de sus visitas? ¿Estas le desagradaban? No se...

El doctor procuraba, con breves réplicas monosilábicas, tranquilizarla; el escritor, alto, sombrío, de cabellos negros, algo parecido a su hermano muerto, iba y venía con paso nervioso de un extremo a otro de la estancia, torturaba su barba, miraba por la ventana y daba a entender claramente, con su actitud, que las palabras de su madre le desagradaban.