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Vivió pronto no ya en medio de la animacion, sino en una agitacion febril alimentada sin cesar por odios y ambiciones personales: hoy vió entronizar á un emir, mañana le vió deponer por una muchedumbre insensata ó por una soldadesca ébria; precipitóse todos los dias mas á la anarquía y estuvo próxima á una completa ruina.

Sin embargo, cada cual es libre de hacer lo que quiera y puede deponer las armas y volver a su aldea; pero los que quieran vengarse ¡que se unan a nosotros!: con nosotros partirán el último pedazo de pan y agotarán el último cartucho. El anciano almadiero Colon se levantó, y dijo: Hullin, todos estamos contigo; hemos comenzado juntos a batirnos y juntos terminaremos.

El parlamentario comprendió, por el tono de voz de la anciana, que no podría hacerla entrar en razón y que sería peligroso siquiera contestarle. Volviose, pues, a Hullin y continuó: Estoy encargado, señor comandante, de ofrecerle honores de guerra si consiente en rendir la posición. Carecen ustedes de víveres, y nosotros lo sabemos. Dentro de pocos días se verán obligados a deponer las armas.

No faltarán algunos que con autoridad mas ó menos auténtica digan, como el Presidente McKinley en su Mensaje: venga primero la paz, y despues atenderemos á lo que VV. desean. Esto nos recuerda al ex-Presidente Mr. Cleveland que en uno de sus Mensajes anuales, después de manifestar que los Cubanos no querían deponer las armas hasta que España garantizase sus promesas, y que su Gobierno se habìa ofrecido al español á salir garante ante los Cubanos, si se obligaba

Todos parecían de la misma opinión, excepto Hullin, que, sin hacer ninguna observación, bajó a la terraza, donde se encontraban los demás guerrilleros. Hijos míos dijo , el enemigo nos envía un parlamentario. No sabemos lo que quiere, aunque supongo que será una intimación para deponer las armas; pero también puede ser otra cosa.

La rigidez del gobernador Velasco suscitó en 1820 la primera pendencia entre los indígenas y la autoridad. Injustamente quejoso este gobernador, del cacique de San-Pedro, llamado Marasa, lo hizo venir á su presencia y le mandó deponer el baston, distintivo del poder. Négose á ello el cacique, alegando que Dios le habia conferido aquel privilegio.

Multiplicadas de dia en dia sus fuerzas con las huestes que afluían á su campamento, comprendió cuán facil era triunfar de la ciudad sin verter sangre: estrechó el sitio, imposibilitó toda salida, y esperó con calma que los mismos cercados fuesen á sus pies á deponer las armas. Desmayó el pueblo cordobés; mas no perdió aun del todo la esperanza.

El día que pasaron la cordillera hubo una escena patética. Era preciso deponer las armas; no había forma de hacer concebir a los indios que había países donde no era permitido andar con la lanza en la mano.

Cuando por la convivencia se originaba algún rozamiento, resolvíanlo por una breve y seca explicación de pasada, en que ambos, sin deponer el orgullo, usaban de prudencia por temor del escándalo. Pero ahora el asunto tocaba en lo más vivo a Osorio. Para un banquero, por espléndido que sea, lo más vivo es el dinero.

Los de Santo Angel empero, habiendo quitado por fuerza las cartas al correo en el paso del Iguy, en donde los militares superiores estaban fabricando un fuerte, y pasando despues al pueblo, embistieron armados, y pidieron para deponer al corregidor, ó cabeza del cabildo, el que era autor de dichas cartas.