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A la orilla de un arroyo Se vén veinte coraceros Dispersados en guerrilla Sobre caballos lijeros; Se ven al frente asomar Bajo los talas y seibos Que baña Santa Lucía Míl y quinientos guerreros; Y el denodado Campon Mandando los coraceros Con firmeza les repite: «Antes que rendirse... ¡fuégoLanzando grito salvaje Viene la tropa de siervos, Como una nube de polvo O una bandada de cuervos.

Por supuesto que los alumnos no sabían palabra de todo esto; antes se tenían formada, de la braveza y esfuerzo de su director, una idea superior a toda hipérbole; no había en el colegio quien no le tuviese por más áspero y belicoso que Roldán y más denodado que Oliveros de Castilla, y quien no le temblase.

El brioso y denodado ayudante de marina, pudo continuar su campaña civilizadora sin peligro de nuevas celadas. Sinforoso no se retiraba, sin embargo, a su casa sin ir acompañado de él o de otro amigo, perfectamente armados ambos. Pero Gabino Maza, el eterno disidente, supo aprovechar maliciosamente aquella ruptura con la Iglesia, para sobresaltar las conciencias de algunos vecinos.

Inciso, como que le faltaba La media de la pica á su enemigo, Con ánimo mayor mas se arrojaba, Y un golpe le tiró junto al ombligo. Pitum, del corazon fuerzas sacaba, Que no las tiene todas ya consigo, Y viéndose sin fuerzas y acosado, A los brazos venia denodado.

La nené no oyó el final del cuento.... La música de las palabras, que no le despertaban idea alguna, el haber vuelto a entrar en calor, la misma satisfacción de estar con su favorito, le trajeron insensiblemente el sueño anterior, y Perucho, al armar la algazara acostumbrada cuando terminan los cuentos de cocos, la vio con los ojos cerrados.... Acomodó lo mejor que pudo el lecho de espigas; llególe el mantón al rostro, como hacía Nucha, para que no se le enfriase el hociquito, y muy denodado y resuelto a hacer centinela, se arrimó a la puerta del hórreo, en una esquina, reclinándose en un montón de maíz. Pero fuese la inmovilidad, o el cansancio, o la reacción de tantas emociones consecutivas, también a él la cabeza le pesaba y se le entornaban los párpados. Se los frotó con los dedos, bostezó, luchó algunos minutos con el sueño invasor...

El Capitan de aquí presto saliendo Penoso, por no haberle indio parado, Sus balsas y su gente recogiendo, A Añanguazú acomete, indio afamado. Los indios son valientes, y al estruendo Salieron con esfuerzo denodado, Y siendo preguntados ¿porque huyen:? Con la razon del uno así concluyen.

Ningún peligro hubiera detenido en aquel momento al denodado joven, de ordinario tan comedido y pacífico, pero cuyo semblante indicaba que la indignación y la cólera lo cegaban, convirtiéndolo en temible adversario. Llegado frente al negro, le descargó tan furioso garrotazo que soltó el cuchillo y huyó lanzando gritos de dolor.

Saliendo al alto, y siendo traspasado Un poco de pantano que allí estaba, El Capitan á priesa ha caminado; Los once de á caballo que llevaba Siguieron con esfuerzo denodado: La trompa con presteza resonaba En ellos, Santiago, Santiago, Y oid un bello lance y gran estrago.

Contra alguno juzgar nadie se atreve; Y siéndoles juez ya señalado, A entrambos, dice, honra igual se debe, Y que es cualquiera dellos buen soldado. Ninguno hay que el decreto desapruebe, Y asi dice el Juez muy denodado, "Lo que he dicho, pronuncio y lo sentencio, Y pongo al caso fin aquì y silencio."

No usáis a fe mía, tal palabra, por falta de voces adecuadas al caso, pues además de valiente, tenéis puestas en uso otras muchas, como son: bizarro, valeroso, denodado. Jesús, señor, esas son voces anticuadas, muy vulgares y muy gansas; es preciso admitir las que introduce la elegancia y el buen tono, pésele al Diccionario y a sus ramplones compiladores y secuaces.