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Gracias, caballero, gracias le dijo ; os estoy tan agradecida, que no sabré cómo demostraros... No hay por qué, señora contestó brevemente Montiño. Vivo en la calle Mayor. Muchas gracias. Número sesenta... Gracias, señora. Me encontraréis allí todo el día... En aquel momento la Dorotea salía de la escena, y oyó las últimas palabras de la Mari Díaz.

Ahora que hemos conseguido el fin de nuestra vida, quiero demostraros mi agradecimiento con un legado considerable. El molino de agua de Lisck es una linda propiedad, ¿no es cierto? El molino de agua repitió el intendente . ¿Y qué hay con eso? Es una linda granja, con quince cuadras de tierra gorda. En efecto, señora; ¿qué es lo que queréis decir?

ESCIPIÓN. Permitid, amigo mío. No tenemos, en modo alguno, la intención de justificarnos. Nos apresuramos a deciros que tenéis razón que os sobra. MARCIO. ¿Cómo? ¿Para qué hemos venido entonces? ESCIPIÓN. ¡Qué yo! Acaso hayáis venido por gusto de dar un buen paseo. MARCIO. ¡No, no! ¡Hemos venido con el propósito de demostraros!... ¡Es muy extraño todo esto! ¿Confesáis, pues, que sois raptores?

Pero probados ya el tiro al blanco y el de distancia, voy á demostraros á mi vez cómo el arco gana á la ballesta en fuerza de penetración. ¿Véis aquel escudo, en la altura? Es de roble recubierto de cuero. Clavad en él vuestro dardo lo más profundamente que podáis. Allá va, dijo el ballestero, á quien imitó Simón después de ensebar con cuidado la punta de su flecha.

Pero, puesto que no estáis habituados a discutir seriamente, os diré en dos palabras de lo que se trata: queremos demostraros que no os asiste el derecho de raptar a nuestras mujeres; que sois, señores romanos, unos raptores, y que, pese a vuestros esfuerzos y a vuestros sofismas jurídicos, no lograréis nunca justificar vuestro innoble acto. ¡Hasta el Cielo se indignará escuchando nuestra requisitoria!

Escuchad, querida Marta prosiguió Catalina , preparaos para recibir la declaración de amor del intendente; en esa solemne entrevista no dejará de demostraros una exaltación de afecto. Si lo rechazáis con una frialdad visible, se convencerá de que le odiáis, y llevará a cabo su primera resolución. No, Catalina, me dominaré para hacerle creer que le escucho con toda gratitud.

Si tomo estas precauciones, Mathys, es solamente para preservaros de un gran peligro. No podré, sin duda, ser vuestra mujer; pero me habéis demostrado afecto, y quiero demostraros, al menos, que soy agradecida. ¿Que no podréis ser mi mujer? ¡Oh! os juro, Marta, que me han calumniado. Yo así lo creo, señor, y me lo va a demostrar la sinceridad de vuestras palabras.