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Aquel hombre parecía mejor que sus obras, pero su arte era demasiado amargo y desesperado. Del más noble y eficaz instrumento, de la palabra, se servía para una obra disolvente. ¿Cómo creer en su bondad? No digo contestó el juez, sorprendido, mal de su grado, por el clarovidente temor del joven, no digo que, deliberadamente, con estudio, se hubiera usted dedicado a seducirla.

Si no fuera demasiado largo, os mandaría que recitarais aquel capitulo sobre la batalla del Gránico que os hice aprender de memoria; mas para que tan escogido concurso, y especialmente este fresco azahar de Andalucía, vuestra prometida; para que todos, en una palabra, puedan apreciar la buena pronunciación de usted y su oído cadencioso, échenos cualquiera de esos romances que sabe..., vamos.

M. Taillade respondió que lo recordaba muy bien, y explicole que, para hacerse agradable a M. L'Ambert, y captarse su benevolencia, había promovido al auvernés de peón de albañil a azogador. ¿Hace quince días de eso? preguntole el notario. , señor, ¿lo sabíais ya? ¡Demasiado, por desgracia! ¡Ah, señor! ¿cómo puede jugarse con cosas tan sagradas? ¿Yo...? No, nada.

Aquella madre de familia, al mismo tiempo que atendía á la prole, se preocupaba del buen orden de su casa. «A todas horas me acuerdo de ti y de los niños. De seguir los deseos de mi corazón, os traería á todos inmediatamente á Río Negro; pero temo que nuestros pequeños sufran demasiado en este desierto.

Al soñar Wagner el castillo de Monsalvat, coloca la mansión del Santo Grial en los Pirineos españoles y da un palacio árabe a Klingsor el encantador. El ambiente que nos rodea es demasiado real para que podamos cultivar en el nuestras ilusiones. Así es, Fernando.

Lo que el alma experimenta en esos momentos no se puede explicar; el mortal se aproxima á Dios, y el hombre es demasiado pequeño para remontar su vuelo al conocimiento del Creador. La muerte del día se asemeja al último suspiro del moribundo. El último aliento del enfermo es una palabra de perdón; la última mirada al sol que desaparece es una oración.

Nada la pedía, pero deseaba y debía decirla que en el mundo nada hay irreparable; que esta vida sería verdaderamente demasiado amarga si la esperanza no la hiciera soportable. Otra cosa más cierta la dije, una cosa muy triste: que hay más gozo en la expectación que en la obtención; que por eso la esperanza es el mayor bien.

Propusiéronle sus tíos quedarse a vivir con ellos, dado que era demasiado joven para ponerse al frente de una casa, y sobre todo para guardar y autorizar a su hermana. El contaba entonces veintitrés años, y ella poco más de diez y ocho. Ni uno ni otro aceptaron el arreglo. Quisieron vivir solos y juntos.

Bajó los ojos y añadió con una expresión de tierna simpatía: Por algo he encontrado tantas veces en sus versos la palabra Amor con una mayúscula más grande que mi cabeza. Después pareció sentir la necesidad de cambiar el curso de la conversación, recobrando su altivo empaque de personaje universitario. Aunque ninguno de los presentes pudiera entenderla, temía haber dicho demasiado.

Pero la guerra ha venido a confirmarla; cuando se vió lo que yo he visto, siéntese uno incapaz de severidad, si no es para consigo mismo. Aunque hubiera sabido quién era usted, no habría dejado de venir. LEONIE. ¡Es usted demasiado bueno, caballero...! Me consuela lo mejor que puede. Si yo lo hubiera sabido, jamás me hubiera atrevido a escribirle...