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El día más feliz, la hora más dichosa, los ha conocido mi corazón agotado y marchito; pero siento que ha desaparecido ya mi más alta esperanza de orgullo y de poderío. ¿He dicho de poderío? . Pero desde hace largo tiempo, ¡ay de ! se han desvanecido los bellos ensueños de la juventud; han pasado ya: dejémoslos que se desvanezcan! Y , orgullo, ¿qué haré de ti ahora?

Dejemoslos hacer, que yo bien fio, Que presto pagarán cierto el escote, Que es gente aparejada á desvario, Y andan, como vemos, muy de trote: Y tratemos ahora del gran brio Del capitan Francisco, crudo azote, Que viniendo siguiendo su camino, Del estrecho ha tomado el Argentino.

Se inclinó al oído de Marenval y le dijo: Dejémoslos juntos. Volveremos dentro de un instante. Me escuecen los ojos y necesito tomar el aire. Salieron sin que las dos mujeres, en su egoísta alegría, advirtiesen siquiera su ausencia. Estaban ocupadas en indemnizarse de toda la ternura de que habían estado privadas dos años. ¿Estás seguro, querido hijo, de que no corres aquí ningún peligro?

Dejémoslos cenar dijo don Cleofás , que yo aseguro que no se levanten de la mesa sin haber concertado un juego de cañas para cuando Dios fuere servido, y pasemos adelante; que a estos magnates los más de los días les beso yo las manos, y estas caravanas las ando yo las más de las noches, porque he sido dos meses culto vergonzante de la proa de uno de ellos y estoy encurtido de excelencias y señorías, solamente buenas para veneradas.

Mas ya yo de nadar hablar no puedo: La gente sale á tierra se aloja, Tendida por la fria y dura arena: Dejemoslos, que entiendan en su cena. En este canto se cuenta la batalla que hubo entre los de Garay y los Charruas, y como fué herido Garay en los pechos, y su caballo muerto, y muchos indios muertos y heridos. ¿A quien he de llamar que me aliento?

No os asustéis, yo estoy alerta. Será preciso prender á esos miserables. Dejémoslos obrar, no sea que prendiéndolos perdamos el hilo. Por lo mismo, y porque no puedan veros y conoceros, y alarmarse, os traigo á obscuras; por la misma razón, ya que estamos cerca de lo alto de las escaleras, callemos. Siguió á la advertencia del bufón un profundo silencio.

Dejemoslos aquí, frailes menores, Metidos en clausura y obediencia, Que Candish andaba agora muy envuelto En el Estrecho y sur, y el diablo suelto. Como el Capitan Tomas Candish, señor de Mitiley, salió de Inglaterra, y atravesò el Estrecho de Magallanes, y tomò tierra en la Puna y Paita en el Perú, y de vuelta tomó un navio que venia de la China.

Que no serán malos como ellos. ¿Quién sabe? pero vengamos á lo que conviene. Suspendamos por ahora nuestros trabajos... ¡Ahora que nos dan un respiro, Dios ó el diablo! No seáis impío, señor Alonso; no sucede nada que no proceda de Dios. Por ahora, dejémoslos á ellos solos. Lerma sin don Rodrigo Calderón es hombre al agua. Uceda y Olivares le atacarán.

Dejémoslos pasar nosotros, como dejamos pasar otras cosas, y vamos a acompañar a Sancho, que entre alegre y triste venía caminando sobre el rucio a buscar a su amo, cuya compañía le agradaba más que ser gobernador de todas las ínsulas del mundo.

Dejémoslos ir, por ahora, pues van contentos y alegres, y volvamos a contar lo que el ayo hizo cuando abrió la carta que el criado le llevó y halló que decía desta manera: "Vuesa merced será servido, señor Pedro Alonso, de tener paciencia y dar la vuelta a Burgos, donde dirá a nuestros padres que, habiendo nosotros sus hijos, con madura consideración, considerado cuán más propias son de los caballeros las armas que las letras, habemos determinado de trocar a Salamanca por Bruselas, y a España por Flandes.