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Pues apenas me dejasteis volvió corriendo don ladrón y como yo empezase á apostrofarle me preguntó muy dulcemente si creía posible que un buen religioso abandonase su sayal nuevecito y abrigado para vestir el jubón y las calzas de un artesano. Empecé á quitarme el hábito muy regocijado, mientras él explicaba que se había ausentado para que yo dijera mis oraciones con mayor recogimiento.

El squire, que se había puesto rojo de cólera antes de que su hijo hubiese acabado de hablar, consiguió más que expresar con dificultades: ¿Vos le dejasteis el dinero a Dunsey, señor? ¿Y desde cuándo sois tan íntimo con vuestro hermano que os veáis obligado a asociaros con él para disponer de mi dinero? Estáis en camino de volveros un pícaro. Os digo que no toleraré esto.

Yo no os he dado carta alguna para don Francisco. Tenéis razón; es que sueño con ese hombre. Quise decir la carta que me habíais dado para el señor duque de Lerma. ¿Qué, os la quitó?... Me la sacó... , señora... no cómo... pero me la sacó... y se quedó con ella. ¡Que se quedó con ella!... ¿y por qué os dejastéis quitar esa carta? exclamó con cólera la abadesa.

Don Pedro de Castilla por una parte, el rey de Aragón por otra, el de Navarra, que cambia de parecer de la noche á la mañana, y luégo el enjambre de señores gascones, añadió bajando la voz, con sus interminables pretensiones, todo contribuye á que el príncipe no tenga una hora suya. ¿Cómo dejasteis á mi señora de Morel? Bien de salud, pero entristecido el ánimo.

¿Por la ella del enredo? ; ¿cómo os ha ido con el rey? Me dejásteis temblando. Y allá se queda él confuso. ¿Tanto le habéis dicho? Al contrario, no le he dicho nada. Pero decidme, ¿por qué ansiais? Porque vayáis á ver al momento á doña Clara de Soldevilla. ¿A tan hermosa dama me enviáis? Vos podéis ir á ella sin que yo os envíe. Me estoy bien donde me quedo... ¿Llámame doña Clara? .

22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquel que está sentado sobre él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más importante de la ley: el juicio y la misericordia y la fe; esto era necesario hacer, y no dejar lo otro. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello!

; si vuestro sobrino, es decir, si don Juan cuando os buscó os hubiera encontrado... ¿Pero tengo yo la culpa de no haber estado en mi casa cuando llegó á Madrid ese caballero? Pero cuando os encontró, ¿por qué le dejásteis?... ¿Cómo llevarle, joven y buen mozo en compañía de mi mujer y de mi hija? Que os han robado, y os han abandonado, y os han deshonrado...