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Cogedle dijo Machín a los suyos y dejadle ahí arriba. Puedes hacer reflexiones durante una temporada añadió, dirigiéndose a con ironía . Ya sabes que esa mujer no es para ti. Que te conste. Hoy me contento con dejarte aquí para que vayas madurando tus ideas; otro día irás a hacer compañía a los peces.

El pueblo es laborioso, manso, dócil, honrado proverbialmente. ¡Dejadle trabajar, no lo cercenéis con el cañón o con la espada, hacedlo simpático a la Europa, para que la emigración venga espontáneamente a mezclarse con él, a enseñarle la industria y vigorizar su sangre! ¡Gente de paz para los pueblos de América!

Los tudescos le cerraron el paso cruzando sus alabardas. ¡Ah! ¡no me dejáis pasar!... exclamó el bufón, y asió las alabardas con la fuerza de la zarpa de un león. Se entabló una lucha. Quevedo no podía llegar pronto, pero desde donde estaba gritó con la autoridad que sabía dar á su voz en las ocasiones solemnes: ¡Dejadle pasar! ¡dejadle pasar, de orden del rey!

Nos fuimos casa del maestro Tirante, y este caballero ha tirado con él. Le ha plantado en un santiamén cinco botonazos y tres tajos; entonces me dijo el maestro Tirante: Aunque riña solo contra dos, dejadle, señor Saltillo, que no se le acercarán. Gracias á mi pobre tío dijo Juan Montiño.

Serafina comprendió; sabía algo, aunque no lo más humillante, de aquella esclavitud doméstica. Dejadle, dejadle salir, tiene que hacer a estas horas, sin falta... no qué, pero es cosa grave; dejadle salir. Bonis besó con la melancólica y pegajosa mirada a su ídolo, ya que no podía de otro modo, y enternecido por el agradecimiento, tomó la escalera....

Era orgullosa, se veía burlada en su cualidad de cancerbera de la reina, y se veía obligada á tragarse su orgullo. Retiráos, doña Juana, y decid al duque que yo estoy en el cuarto de su majestad. Que vuelva mañana á la hora del despacho... ó si no... dejadle que espere... acaso tenga que darme cuenta de algo grave... Retiráos... habéis concluído vuestro servicio; la reina se recoge.

Pues bien dijo después de algunos segundos , voy á hacer más que aconsejaros: voy á vengaros. ¿A vengarme, señora? Voy á hacer que por lo menos destierren de la corte á don Rodrigo Calderón, y que levanten su destierro al conde de Lemos. Procurad lo primero y aun más si podéis dijo con vivacidad la condesa ; pero en cuanto al conde de Lemos, dejadle por allá: me encuentro muy bien sin él.

Doscientos años hace que toda mi parentela suda la gota gorda para que los señores de Ansur tengan buen vino en sus mesas y copas de oro en que beberlo y brocados y sedas con que vestirse. ¡Voto á tal que desde hoy me quito la librea y no vuelvo á trabajar para esos señorones holgazanes! Tened la lengua, Rodín, advirtió la ventera. No, no, dejadle, dijo uno de los leñadores.

A conquistar vastos reinos con algunos centenares de hombres. Esto es imposible; el aventurero ¿está demente? Dejadle, que su demencia es la demencia del heroismo y del genio; la imposibilidad se convertirá en suceso histórico. Apellidase Hernán Cortés; es español que acaudilla españoles. Imposibilidad de sentido comun impropiamente contenida en la imposibilidad moral.

Que hable el abogado de pobres. ¡Dejadle que hable! decía su hermano riendo. Y ella entonces enrojecía y callaba. Ese señor de la Peña no es malo, porque no puede serlo manifestaba Tristán con asombro de todos. ¿Cómo que no puede? Todos los seres en la tierra pueden hacer el mal. Hasta una pulga te muerde si le da la gana respondía don Germán.