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La guarnición la constituyen dos Oficiales y 60 individuos de tropa. En opinión del General Parrado, todas estas instalaciones de materiales ligeros debieran substituírse por edificios de sólida construcción y en buenas condiciones de defensa. Para realizar ésto recomienda el proyecto formulado en 1892 por el Comandante de Ingenieros D. Fernando Recacho.

Y sus hijas tambien, con patriotismo, Bendan al que cayó con heroismo Defendiendo su hogar y castidad; Y comprendiendo su mision inmensa Se entregan de la patria á la defensa Ofreciendo sus hijos en su altar.

Valga además, en defensa de nuestra raza, otra razón que nadie tildará de metafísica ni de alambicada.

Mientras la notable defensa de mi abogado, yo comprendía que ninguno de los argumentos con tanta inteligencia aducidos por él llevaba la convicción á los ánimos, y mi sentencia sin asombro alguno.

Los mejores puestos para poblaciones estan en la frontera de esta ciudad, de que luego se hará mencion, y por ningun término en las sierras: sus motivos son, por carecer de la defensa contra los enemigos, tener á estos en las mismas sierras, porque en estas hallamos lo indefenso, en el supuesto de que aunque se tapen con artillería ó gentes algunos valles, quedan otros innumerables sin este asilo, por donde el dicho enemigo puede entrar sin ser visto y hacer sus depredaciones.

Esta obra, sin embargo, de índole puramente ascética, fué tan famosa y encontró en los lectores tan favorable acogida como todas las suyas anteriores. En el año de 1627 publicó La Corona trágica, poema histórico en defensa del honor de la desdichada María Estuardo, por cuya dedicatoria al papa Urbano VIII fué nombrado doctor en teología y caballero de la orden de San Juan.

Antes de salir de Misiones fue a reconocer la Isla de Apipé en el Paraná, y llegó a su destino poco antes de la segunda invasión de los ingleses, contra la que presentó también un plan de defensa.

En efecto, las fortificaciones, sin ser de provecho positivo bajo el punto de vista militar para la defensa, de Paris, no solo han encerrado la ciudad, embarazando el ensanche de sus suburbios, sino que, en realidad, pueden servir apénas de instrumento para la opresión.

La última escena es en la corte de Enrique III. Noticioso el Rey de la muerte del comendador de Ocaña, manda castigar severamente al matador: preséntase entonces Peribáñez; expone los motivos que tuvo para dar muerte á su ofensor, y sostiene que se ha visto obligado á hacerlo en defensa de su honor, sometiéndose al fallo de su justicia, si es culpable.

Y como si esta obligación que se imponía de dormir con zozobra, pronto a exponer la piel en defensa de su antiguo amo, rompiese la calma en que se había mantenido hasta entonces, el payés elevó los ojos y juntó sus manos: ¡Ay, SiñorSiñor!... El diablo andaba suelto; volvía a repetirlo: ya no había tranquilidad.