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Si yo pudiese solamente volver a ver una primavera como las de mi juventud, me parece que me curaría, pero no las veré yaQuise hablarle de Adela y me interrumpió poniendo un dedo sobre sus labios. «No hay que nombrarla tan alto me dijo , podría desvanecerse. Los ángeles no hacen más que pasar sobre la tierra.

Corría el 7 de Julio, y sólo faltaban tres días. ¡Por todos los Santos del cielo, por lo que más amase su amiga, le rogaba que...! Rosalía se puso el dedo en la boca, recomendando la discreción. Andaba por allí Isabelita, y esta niña tenía la fea maña de contar todo lo que oía.

Te lo daré todo, ¡todo! dijo misteriosamente al oído de Maltrana. Después miró a los inmediatos cerros con inquietud, como si temiese la presencia de algún curioso. Vigila bien añadió . Apenas veas el carro del tío Polo, avisa. ¡Mucho ojo! Y llevándose un dedo a la nariz para indicarle discreción y vigilancia, se introdujo en el estrecho túnel que conducía a la cuadra. Transcurrió mucho tiempo.

Y por un accidente de la vida, ¿buscas un puñal contra la vida? ¿Quieres sacrificar el cielo á un celaje? ¿Quieres sacrificar el mar á una ola? ¡Ay! Á la gota de sangre que cae de un dedo, ¿quieres sacrificar el corazon? Á la lágrima que cae de los ojos, á este soplo del aroma húmedo de nuestra alma, ¿quieres sacrificar el alma toda?

3 Entonces los escribas y los fariseos le traen una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio, 4 le dicen: Maestro, esta mujer ha sido tomada en el mismo hecho, adulterando; 5 y en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. pues, ¿qué dices? 6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia abajo, escribía en tierra con el dedo.

A mi lado había un hombre borracho, vestido de negro, con el sombrero ladeado y una flor roja en el ojal. Se levantó de su silla y se acercó a sonriendo. Yo le miré de mala manera y, como estaba iracundo, le pregunté: ¿Qué pasa? ¿Qué quiere usted? El sonrió estúpidamente. ¿Marino? me dijo después, en inglés, señalándome con el dedo. , marino le contesté yo . ¿Y qué?

Agradeció mucho el cuidado el Astrólogo y encerró el tal espíritu en una sortija de un topacio grande, que traía en un dedo, que antes había sido de un médico, con que a todos cuantos había tomado el pulso había muerto.

El malestar llegó a su colmo cuando Hop-Sing, levantándose despacio, señaló con el dedo el centro del chal, sin decir la menor palabra. ¡Había algo debajo del chal! Y algo que antes no estaba allí; al principio, un imperceptible relieve, de contornos indefinidos, pero creciendo más y más distinto y visible a cada instante que pasaba.

Ramiro removió entonces los labios para preguntar si en todo aquello no había nada que fuera contrario a la Santa Iglesia de Cristo; pero el mago, poniéndole el dedo en la boca, abrió un libro al azar, y leyó: «Aquél no puede ser el mayor Señor que tiene temor de alguna cosa.» «Más vale la libertad en el querer, en el recordar y en el saber que poseer un reino o un imperio

Esas hacen marchar su casa con la punta del dedo, y no están contentas más que de ellas mismas y de su progenitura. Todo lo que no toca inmediatamente al círculo reducido de su familia, es implacablemente criticado, denigrado y pisoteado... dijo Genoveva. Eso no es raro repuso la de Ribert, sonriendo.