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No sólo tenía que atender a su casa, sino a la de Obdulia, cuidando de que lo más preciso no faltase en ella. ¡Qué vida, qué fatigas horrorosas, qué pugilato con el destino, en las sombras tétricas de la miseria vergonzante, que tiene que guardar el crédito, mirar por el decoro!

Con razón, Conde, por ella Esos desmayos os dan. ¿Hay tal gracia de monjil? Que es de azabache, repara, 410 Imagen, menos la cara Y manos, que son marfil. Vos tenéis un gran sugeto Para versos. No he pensado Meterme en ese cuidado; 415 Que pienso andar más discreto. ¿Cómo? Remitirme á el oro, Que es excelente poeta. Dicen que es rica y discreta: Guardadle más el decoro. 420

Si yo tuviera tiempo ahora, te contaría infinitos casos de pecadillos cometidos con una reserva absoluta, sin el menor escándalo, sin la menor ofensa del decoro que todos nos debemos... Te pasmarías. Oye bien lo que te digo, y apréndetelo de memoria.

Y en cuanto al esmero en el adorno de su persona, ¿qué ley divina ni humana podía imponerle la obligación de ocultar las prendas que el cielo le había dado y de no lucirlas hasta donde esto es compatible con el más rígido decoro?

Y no me digas que se corre siempre el riesgo fatalísimo de abrir los ojos a la inocencia; porque te diré entonces que si el tal autor supo guardar ese prudente decoro que indiqué antes, y esa inocencia de que hablas es la verdadera inocencia del corazón, pura y santa, única que todo lo ignora, así en teoría como en práctica, preciso será que pase por aquellas páginas sin comprender lo que se dice entre líneas y coja la rosa sin sospechar que existe el estiércol.

La conciencia sabía sacar, no se sabe de dónde, mil sofisterías con que justificar todo plenamente. «Bastantes privaciones he tenido... ¿Pues acaso no merezco yo otra posición?... Se tendrá que acostumbrar a verme un poco más emancipada... Y al fin y al cabo, yo miro por el decoro de la familia...».

O quizás, hecho a las burlas de Miquis, no quiso llevar adelante sus investigaciones. Subieron. «Esto es del género Luis XV dijo con ínfulas de cicerone instruido, enseñándoles la primera sala . La decoró el señor marqués viejo. Aquí todo es antiguo».

Después de vagar pidiendo, por no perder la costumbre, fueron a la calle de San Carlos, y subió Benina a ver a Juliana, que allí le tenía su ropa, y se la dio en un lío, diciéndole que mientras gestionaban para que fuese recogida en la Misericordia, se albergara en cualquier casa barata, con o sin el hombre, aunque mejor le estaba, para su decoro, dejarse de compañía y tratos tan indecentes.

Yo tengo muchísima gana de conocer a la condesa viuda que va a ser mi suegra; tengo también muchísima gana de brindar con Champagne en punto de las doce, en compañía del general y de sus tertulianos; y como Narcisito no es un galopín, sino un caballero, y no ha de querer empañar en lo más mínimo el espejo en que su honra se mire, me parece que bien puedo irme con él sin menoscabar mi decoro.

Para Bringas no había más que los cuatro trapos de siempre, bien apañaditos, y las metamorfosis de un mismo vestido hasta lo infinito... Por cierto que ella no sabía cómo arreglarse. De una parte la solicitaba la obediencia que debía a su marido, de otra el deseo de presentarse decentemente, con dignidad... ¡por decoro de él mismo! «Si se tratara de sola, me importaría poco.