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Entonces preguntó Desnoyers , ¿para qué tantas entrevistas diplomáticas? ¿Por qué interviene el gobierno alemán, aunque sea con tibieza, en el conflicto entre Austria y Servia?... ¿No sería mejor declarar la guerra francamente? El profesor contestó con sencillez: Nuestro gobierno quiere sin duda que sean los otros los que la declaren.

¿Qué es eso? ¿qué pasa aquí? preguntó con torpe lengua. Y al ver a su hija dió un paso atrás y todo su cuerpo se estremeció. Esta mujer, que después de pedir que te declaren loco viene a insultarme gritó Amparo con voz chillona de rabanera colérica. Papá, no hagas caso dijo Clementina yendo hacía él.

Clarence King y á una respetable comisión de senadores, á que pidan, valiéndose de mil injurias contra España, que el gobierno de la gran república declare beligerantes á los insurrectos, procure que otras potencias también los declaren, y garantice así la impunidad de todos ellos para el día en que depongan las armas, cansados de andar á salto de mata y de perpetrar toda clase de delitos.

Declaren ustedes antes, señores, que no quieren abusar de esa carta para hacer daño á una mujer, dijo Campistrón con acento de dignidad, poniéndose una mano sobre el corazón. Juana Baud ha sido muy amada... ¡Era tan hermosa! ¿Pueden ustedes darme su palabra de que no hay celos de por medio? Se la doy á usted, dijo Tragomer, por el señor y por .

En el final dice textualmente lo siguiente: "Como primer paso, después de hacer ustedes ver a los padres de familia los males sociales que resultan de la escuela sin Dios, como los crímenes contra la honestidad, el asesinato, el suicidio, la rapiña y el robo, la desobediencia a las autoridades civiles y eclesiásticas, en fin, la corrupción de costumbres, todo fruto sazonado de esas escuelas laicas, insinúenles vuestras reverencias que, en escritos o exposiciones que deben dirigirse a Nos, declaren al gobierno sin eufemismos su inquebrantable y decidida voluntad de que a sus hijos se les educación cristiana en sus escuelas.

No se comprenden los argumentos que se puedan alegar en los Estados Unidos para proclamar la beligerancia de los insurrectos cubanos y para excitar acaso á otras potencias á que también la declaren. No hubiera habido menos motivo para pedir ó declarar hace años la beligerancia del Tempranillo, del Chato de Benamejí ó de los Botijas.

Ahora, por fortuna, si de algo han pecado el noble general Martínez Campos y los demás jefes y autoridades de España en Cuba, ha sido de lenidad, de espíritu de conciliación y de generosa confianza. Repito, pues, que no se comprenden los argumentos que pueden alegarse en los Estados Unidos para declarar la beligerancia de los insurrectos cubanos y para excitar á otras potencias á que la declaren.