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Acongojose con esto doña Guiomar, y al suelo viniera traspuesta, si no la sostuviera en sus brazos su fiel doncella Florela; y cuando todo pasó y renació el silencio y tornó la calma; bañados en lágrimas los dulces ojos y la bella color mudada, dijo a Florela con una voz en que se entendía claramente lo que en su alma había de temor y de esperanza: ¡Ay, amiga Florela, que si esto es amor, a Dios pluguiera que nunca hubiera yo amado en mi vida! ¿y quién había de decirme a que a tal punto había de traerme un hombre a quien no más que tres veces he visto, y aun así como sombra que pasa, o mentida imagen de un sueño, que al despertar se pierde?

Indudablemente, yo he visto caras parecidas a la de este señor: caras con una nariz, caras con unos ojos, caras con unos bigotes... También he visto sombreros de jipi-japa semejantes a este sombrero de jipi-japa. Sin embargo, no caigo. No hay duda exclamo de que yo le conozco a usted; pero, así, de momento, no doy con el nombre... ¿De modo que no puede usted decirme quién soy yo? No, señor...

La ley es rigurosa y expresa... y no era necesario que vuestro proceso estuviese en manos del terrible alcalde de casa y corte, Ruy Pérez Sarmiento, que se perece por ahorcar gente; cualquier otro alcalde, por bueno y por compasivo que fuese, os entregaría al verdugo. ¿Y habéis venido á decirme eso, cuando yo, ¡triste de ! creía que veníais á salvarme?

Sin , la familia de La Tour de Embleuse no sería más que un montón de polvo en la fosa común. ¡Yo se lo he dado a usted todo, padre, madre, marido, hijo y la vida, y se atreve usted a decirme en mi cara que estoy en su casa! ¡Es preciso ser bien ingrata! Era difícil contestar a esta elocuencia salvaje.

Hasta el bueno del señor vicario, aun exponiéndose a revelar algo como secretos de confesión, ha venido ya a consultarme sobre vanos casos de conciencia que se le han presentado en el confesionario. Mucho me ha llamado la atención uno de estos casos que me ha sido referido por el vicario, como todos, con profundo misterio y sin decirme el nombre de la persona interesada.

¿No será drama? murmuré entre dientes, contemplando la cara de Enrique, que, incapaz de ver, de oír y de responder, dejose colocar por en el otro coche al lado de su tío. No pensó siquiera en darme las gracias ni en decirme «adiós». ¡Pobre hombre! Esto le matará dije para . Pocas horas después salí yo también para los Pirineos.

En vez de comprar otras nuevas, gasto el dinero en misas y regalos á San Sebastian, aunque no creo mucho en su virtud porque el cura las dice de prisa y corriendo y el santo es enteramente nuevo, y todavía no sabe hacer milagros, y no está hecho de batikulin sino de laniti... ¡Ay! ¿Qué va á decirme tu padre cuando me muera y le vea?

El señor doctor ruega a usted que entre en su casa: querría hablar primero con usted, pues tiene algo que decirle. ¿Es muy urgente lo que tiene que decirme? La vieja se asustó; creyó que a ella iba a incumbirle el cuidado de darle la penosa noticia. ¡Ah! ¡Qué yo! exclamó. No me ha dicho más que eso.

Señora venía usted a decirme, yo sigo tan enamorado de su hija Presentación como el primer día. A pesar de su desgracia la quiero con todo mi corazón, porque mi cariño no se cifraba en la hermosura del cuerpo, que es perecedera, sino en la del alma, que jamás muere. El violinista se puso horriblemente pálido.

Si se casa mi hijo... nuestro hijo, con una dama, y esa dama concurre á la corte, que lleve algunos días puesto este aderezo, y un medallón en que hay un rizo de mis cabellos. Bien, muy bien, señora. Ahora, caballero, ahora que todo ha concluído entre nosotros, no volváis á verme, sino para algo demasiado grave, para decirme, por ejemplo, si soy tan desgraciada... nuestro hijo ha muerto.