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Y me respondieron que se llama la Cruz del Negro. ¿Podéis decirme, señorita, por qué se le ha dado un nombre tan extraño? No lo contestó Rita . Quizá será porque habrán crucificado en ella a algún negro. Sin duda así es dijo el barón ; sería en tiempo de la Inquisición.

En un momento en que Luís se separó de nosotros, no pudo por menos de decirme el Padre: Pero, diga V., ¿por qué no quita á su amigo ese vicio de hablar en otra lengua que la nuestra?

Un cachito de gloria, ¿sabes?... Nunca pensé estar tan chalado... Desde que saliste de casa, ni cantan los pájaros en la jaula, ni huelen las flores en el balcón, ni el perro hace otra cosa en todo el día que aullar... Todos parecen decirme: «¡Anda por ellaLa joven permanecía silenciosa y grave.

¡Por Dios -dijo Sancho-, que vuesa merced me ha sacado de una gran duda, y que me la ha declarado por lindos términos! ¡Cuerpo de ! ¿Tan encubierta estaba la causa de mi dolor que ha sido menester decirme que me duele todo todo aquello que alcanzó el palo?

Manuel, vas a decirme en seguida quién es esa chiquilla que está aquí sentada a la derecha con un viejo dijo al encargado del café inclinándose y metiéndole los labios por el oído. No puedo darle muchas noticias, Sr. Romadonga. Son padre e hija y me parece que los conoce Remigio, uno de los mozos... Aguarde usted un poco.

Esta lucha era superior a mis fuerzas, y bien pronto se apoderó de una convulsión violenta... yo oía confusamente los chillidos del niño y aquel grito que me decía: «¡VéngamePero de repente, y como en un sueño, se me puso delante de los ojos aquel suplicio, los soldados con sus picas, mi madre desgreñada y pálida, que con paso trémulo caminaba despacio, muy despacio, hacia la muerte, y que volvía la cara para mirarme, para decirme: «¡VéngameUn furor desesperado se apoderó de , y desatentada y frenética, tendí las manos buscando una víctima; la encontré, la así con una fuerza convulsiva, y la precipité entre las llamas.

¿Qué le importa a usted eso? solía decirme cuando veía que me preocupaba del viento. Gracias a una prodigiosa actividad por la cual no se afectaba su salud y que parecía ser su natural elemento, a todo proveía: a su trabajo y al mío.

El primer conjuro deste día memorable entre todos los de mi vida fué decirme: "Ea, Gavilán amigo, salta por la pompa y aparato de doña Pimpinela de Plafagonia. ¿No te cuadra el conjuro, hijo Gavilán? Pues salta por el bachiller Pasillas, que se firma licenciado sin tener grado alguno. ¡Oh, perezoso estás! ¿Por qué no saltas?

Hace ocho días que no se ha dejado ver ni ha dado señales de vida. ¡Si habitara en la luna, no vendría con más rareza! El señor Hellinger refunfuñó algo en su barba y se preparó a tomar su larga pipa. Parece que todavía hay algo que no va bien, continuó ella. En estos últimos tiempos, sobre todo, se ha vuelto tan raro: suele dar vueltas en mi derredor sin decirme una palabra amable.

Fermín hizo que su hermana se sentara en el ribazo, y plantándose ante ella, dijo con dulce sonrisa para animarla a la confianza: Vamos a ver, loquilla: vas a decirme por qué has roto con Rafael; por qué le has despedido como si fuese un perro, causándole tal pena que el pobre parece que va a morir.