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Al fin había huido por no afrentar de cerca a su familia, y si vivía en el pecado, era entre hombres de cierto linaje, siempre con personas decentes, como si influyesen en ella los respetos al rango de su familia. Pero quedaba la otra, la mayor, la casada, y ésta quería acabar con todos los parientes matándolos de vergüenza. Su vida conyugal, después de la fuga de Mercedes, fue un infierno.

El General emprendió su marcha á la ALJAFERIA, y como eran las doce del dia y el sol se desplomaba con fuerza, Cerezo pidió un quitasol en una de las tiendas del Coso, y haciéndole sombra con él, le acompañó hasta el Castillo, y le colocó en uno de los pabellones mas decentes, donde permaneció tratado con la mayor consideracion, y sin sufrir el menor insulto hasta el 14 de junio de 1808.

Estoy un poco delicada; me duele el pecho; a veces me cuesta trabajo respirar y paso algunas noches sin dormir. ¿Sabe usted?, desde que me acuesto, parece que se me pone una piedra aquí... Mi hermana me manda lo que necesito para pasarlo desahogadamente y con descanso. Vivo con unas señoras muy decentes, que me quieren mucho.

Pero Anjou es gran tierra para los arqueros decentes, porque allí vino y mujeres son unas mieles. Lo único que saqué de Turena fué una descalabradura, pero en Vierzón, en un monasterio de órdago, me hice con un copón de oro por el cual me dió treinta ducados un judío genovés.

Penetró hasta la habitación del moribundo todo el que quiso. A nadie se puso obstáculo. Pero no pudieron todos cumplir su gusto, porque no cabían. Llenose enseguida el gabinete del conde de una muchedumbre abigarrada, personas decentes, menestrales, niños, todos empinándose para contemplar al prócer caído en la desgracia, y que ahora iba a caer en el oscuro seno de la muerte, en el eterno olvido.

El furor autoritario de aquella señora tan devota y rígida de costumbres, al enterarse de que su hijo visitaba la casa azul y era amigo de una extranjera a la que no trataban las personas decentes de la ciudad y de la que sólo hablaban bien los hombres en el Casino cuando se veían libres de la protesta de sus familias. Fueron escenas borrascosísimas.

Gonzalo le miró con ojos distraídos, como si no hubiese oído, y siguió diciendo: En realidad, yo podía y hasta debía rechazar este desafío, porque no es costumbre que los hombres decentes se batan con los granujas, aunque éstos lleven un título del reino. Señor de Cuevas profirió Galarza montando en cólera, esto es insufrible. Yo no tolero que usted hable de ese modo.

Los amos de las barcas se calientan el caletre buscando un nombre bonito para pintarlo en la popa. Una, la Purísima Concepción; otra, Rosa del Mar; aquélla, Los Dos Amigos; pero llega la gente con su manía de sacar motes, y se llaman La Pava, El Lorito, La Medio Rollo, y gracias que no las distingan con nombres menos decentes.

Es de advertir que estos destinos gozan asignaciones decentes, y tienen grandes emolumentos por razon de honorarios; y unos y otros, con los sueldos de ministros, los han gozado estos á la vez, cuando han servido esos empleos.

Este era su argumento supremo. La humanidad se dividía para él en personas decentes é indecentes, lo mismo que las naciones, y Alemania estaba excluída de toda decencia.