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La prosperidad del campamento hizo entrar un deseo de mayores adelantos; para la primavera siguiente se propuso edificar una fonda e invitar a una o dos familias decentes para que allí residiesen, quizá para que la sociedad femenina pudiese reportar algún provecho al niño.

Los dos matrimonios se daban buena vida; pero sin presumir, huyendo siempre de señalarse y de que los periódicos les llamaran anfitriones. Comían bien; en su casa había muy poca etiqueta y cierto patriarcalismo, porque a veces se sentaban a la mesa personas de clase humilde y otras muy decentes que habían venido a menos.

La mamá era viuda, con dos hijas; familia muy cristiana, emparentada con Cristina y de lo mejorcito de Vizcaya. Eran ricas, aunque mejor se habían visto en otros tiempos; el padre había gastado mucho en la guerra, arruinándose por la buena causa, como todas las familias decentes del país.

Callaba muchas cosas que juzgaba poco a propósito para hacerle aparecer interesante; pero no ocultó ciertas maniobras no muy decentes, y osó referirlas, no por amor a la verdad, sino porque su sentido moral no le decía que era aquello repugnante e indigno; por fortuna, tampoco Emma sentía delicadezas de este orden, y en toda treta victoriosa admiraba el arte y olvidaba al engañado, o sea al tonto.

Siquiera aquí, mal o bien, es uno el rey de la comarca.... El tío Gabriel me lo decía mil veces: las personas decentes, en las poblaciones, no se distinguen de los zapateros.... Un zapatero que se hace millonario metiendo y sacando la lesna, se sube encima de cualquier señor, de los que lo somos de padres a hijos.... Yo estoy muy acostumbrado a pisar tierra mía y a andar entre árboles que corto si se me antoja.

Una persona de cuyo nombre no querían acordarse, Refugio Sánchez Emperador, presentose en la casa, cuando menos la esperaban. Venía muy cohibida, por lo cual creyó Rosalía que disimulaba su desparpajo para poder alternar, siquiera un momento, con personas decentes. Bien pronto dijo el motivo de su visita.

Los manijeros, conmovidos por el vino del amo, que no había hecho más que despertar su sed, intervenían paternalmente con el pensamiento puesto en otras botellas. Podían ir con don Luis sin miedo alguno: lo decían ellos, que eran los encargados de cuidarlas y respondían de su seguridad ante sus familias. Es un cabayero, muchachas, y además, vais a cenar con estas señoras. Toos personas decentes.

Afirman muchos que basta con que sean decentes, sin procurar fuera de ellas fin alguno, y sin enseñar nada: pero es lo cierto, que la creación de la belleza, y su contemplación, una vez creada, elevan el alma de los hombres y los mejora, por donde casi siempre las bellas artes enseñan sin querer, y tienen eficacia para convertir en buenas y hasta en excelentes las almas que por su rudeza y por los fines vulgares a que antes se habían consagrado eran menos que medianas, ya que no malas.

Pero esta alegría le hacía sonreir después amargamente. ¡Una nación protestante libertando por tercera vez el sepulcro de Cristo!... Imagínese usted, amigo Martínez, si España hubiese estado con las naciones decentes. Esa gloria nos correspondía á nosotros, que somos la nación más piadosa.

Don Damián fué un señor desde sus principios, y cuando salió de aquí llevaba muchos estudios y sabía tratar con personas decentes...; y había heredado la levita, que esto vale mucho para bandearse fuera de los bardales del lugar. ¡Bah, bah!...; ríete de cuentos, Nisca, que todos los hombres nacimos de la tierra y tenemos cinco dedos en cada mano.