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El pianista escuchaba con ojos de asombro y de codicia los relatos del «Decano». Castro se mostraba más escéptico. Había oído contar estas ganancias inauditas y otras muchas, pero sin presenciar una sola de ellas, y eso que llevaba también bastantes años viniendo á Monte-Carlo.

D. Francisco de Bruna Ahumada oidor decano de la real audiencia de Sevilla y Alcaide del Real Alcázar de dicha ciudad, autorizado al efecto por el Conde de Floridablanca, fueron trasladadas á la colección que se formó á fines del siglo anterior en el citado Alcázar y que hoy forma parte del Museo provincial de Antigüedades. El Sr.

Virey, los Señores Alcalde ordinario de primer voto, y Procurador Síndico general de ciudad. Por el Sr. D. Diego de la Vega, Contador Mayor Decano, se dijo: Que reproduce el anterior voto del Sr. D. Manuel José de Reyes, con solo la diferencia de que los adjuntos al Exmo. Sr. Virey sean de la eleccion del Exmo. Cabildo. Por el Sr.

En la primera de estas piezas, frente a la puerta del salón, estaba la mesa de don Pablo Aquiles Vargas, el decano de los empleados de la oficina, tan antiguo, que muchos juraran que el buen hombre había nacido allí, entre los expedientes que manipulaba desde las doce hasta las seis, todos los días laborables.

Jaime sentía vivir en su interior al grave abuelo don Horacio, y con él los escrúpulos del Inquisidor Decano, el de la tarjeta horripilante, y las almas del famoso comendador y otros ascendientes. Su mentalidad de hombre moderno guardaba algo de la de aquel regidor perpetuo que consideraba como una raza aparte y envilecida a los judíos conversos de la isla. Los muertos mandan.

Silas le preguntó si deseaba romper su compromiso; pero ella dijo que no; el compromiso era conocido en la iglesia y había sido confirmado en las reuniones piadosas. Para romperlo hubiera sido necesario hacer una encuesta severa, y Sara no tenía ninguna razón que dar, que pudiera ser sancionada por el sentimiento de la comunidad. Por esa época, el decano de los diáconos cayó gravemente enfermo.

D. Ignacio de Rezaval, vecino y de este comercio; el Sr. D. Manuel de Velasco, Oidor de esta Real Audiencia; el Sr. D. Antonio Piran, Prior del Real Tribunal del Consulado; el Sr. D. José Merelo, Teniente Coronel y Comandante del batallon número 5; el Sr. D. Joaquin de la Iglesia, de este vecindario; el Sr. D. Francisco Tomas de Anzótegui, Oidor Decano de esta Real Audiencia; el Sr.

La voz que había llamado su atención era la del reverendo y famoso Juan Wilson, el clérigo decano de Boston, gran erudito, como la mayor parte de sus contemporáneos de la misma profesión, y con todo eso hombre afable y natural. Estas últimas cualidades no habían tenido, sin embargo, un desenvolvimiento igual al de sus facultades intelectuales.

¿Y lleva usted muchos años desempeñando el cargo? Treinta años, caballero: comencé en tiempos de Isabel II. Soy el decano de la clase y cuento en mi lista hasta condenados políticos. Tengo el orgullo de haber cumplido siempre mi deber. El de ahora será el ciento dos. Son muchos, ¿verdad? Pues con todos me he portado lo mejor que he podido. Ninguno se habrá quejado de .

Jefe de la Policía Nacional. Jefe de la Marina Nacional. Presidente de la Academia de Ciencias. Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País. Decano del Colegio de Abogados. Presidente de la Cámara de Comercio. Presidente de la Asociación de la Prensa. Presidente del Banco Español de la Isla de Cuba. Presidente de la Audiencia de la Habana. Rector de la Universidad.