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Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo: ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,

Las malas pasiones son un poderoso auxiliar en la carrera que la juventud de la Academia ha emprendido, o como decía cierto subsecretario amigo mío, «en la política es necesario tener algunas onzas de mala sangreConsuela y ensancha el ánimo un espectáculo semejante. Los vergeles de la política española tienen un vivero en la Academia de Jurisprudencia.

No se olviden decía a todos de parar el fuego en cuanto oigan la cuerna de Lagarmitte; pues, de lo contrario, se gastaría inútilmente la pólvora.

Hacían de peras á higos un bonete para un capellán de Palacio ó para el señor fiscal de la Rota, y nada más. Eran muy pobres, pero soportaban con paciencia la desgracia sin exhalar una queja. Sólo una de ellas decía de cuando en cuando con un suspiro, mientras revolvía los escasos trapos negros de su santa industria: "Ya no hay religión."

Mucho te quiere el capitán, Florita le decía aquélla con sonrisa ambigua; la misma sonrisa que se pintaba en el rostro de las otras tres mujeres que con ella estaban sentadas. ¿Por qué me ha de aborrecer? Nunca le hice daño respondió la joven con presteza. Tampoco yo le he hecho daño, y no me quiere tanto. Será porque no le ha caído usted en gracia.

Simón no podía perdonar a aquella gente el que se le tratase como a persona de poco más o menos, «en los momentos más críticos para la vida de los pueblos, y, por consiguiente, para la de los ciudadanos», como él decía en más de un monólogo que no llegó a oír su mujer.

Yo deliraba, y limpiando la ropa repasaba en la memoria las piezas del esqueleto humano.... Me acuerdo que el cepillar la ropa de mi amo me servía para estudiar la miología.... Limpiando una manga, decía: «músculo deltoides, bíceps, gran supinador, cubital», y en los pantalones: «músculos glúteos, psoas, gemelos, tibial, etc...» En aquella casa dábanme sobras de comida, que yo llevaba a mi hermano, habitante en casa de unos dignos ropavejeros. ¿Te acuerdas, Carlos?

La lectura de los primeros renglones le alarmó: luego se puso pálido, comenzaron a temblarle las manos, nubláronsele los ojos, como si a despecho de la entereza varonil quisieran brotar las lágrimas, y por último, dejándose caer sobre una butaca, alargó el papel a su amigo, mientras decía entre sollozos: Entérate. ¡Pobre Felisa mía! Pepe leyó en voz alta.

El aperador acogía con inocente satisfacción todos los elogios de su amo a la novia. Al fin, era como un hermano suyo, y este parentesco enorgullecía a Rafael. Bandido le decía el señorito con cómica indignación, en presencia de la muchacha.

Es imposible que no haya uno que te guste más que los demás... franca... Desde luego, el que me gusta menos es el señor Kisseler. Procedamos, si quieres, por eliminación. ¿Qué piensas de Gerardo Lautrec? Lo encuentro fino, ingenioso, amable... ¿Es a él a quien prefieres? ¡Oh! no... Me interrumpí, no sabiendo realmente si decía la verdad. Entonces es Máximo... a no ser que el doctor...