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Me pregunto si pensará más o menos en ello al envejecer se decía Nancy ; tengo miedo de que piense más. Las personas de edad sufren con no tener hijos: ¿qué sería de mi padre sin Priscila? Y si muero yo, Godfrey quedaría muy solo... él, que frecuenta tan poco a sus hermanos.

Anda, Ricardo..., no hay nada que ver aquí..., vámonos, vámonos... Déjame, niña, déjame contemplar esta monada de cuarto... ¡Qué precioso! y metiendo la nariz por la cama decía con mucha seriedad: ¡Huele a Marta! ¿Quieres callar, majadero?

La especialidad de don Fermín era la de ser distraído. Se olvidaba de todo. Estábamos reunidos el señor vicario, un señor profesor de primera enseñanza y... y el señor Soraberri miraba a todas partes, como espantado, con sus grandes ojos turbios, y decía: ¿En qué iba?... Pues... se me ha olvidado la especie. Al señor Soraberri siempre se le olvidaba la especie.

Este plato hay que disimularle, decía ésta de unos pichones; están un poco quemados.

Se levantó y se puso á pasear á lo largo del despacho. Temblaba; estaba aterrado. Pero no, no es esto lo que me indicó la duquesa de Gandía; no, no puede ser decía paseándose ; y luego... no me han llamado á palacio... este hombre está fuera de ... se engaña sin duda... veamos... dominémonos. Y se detuvo delante de Montiño.

¿Quién sabe?... Y cuando más esperanzas ponía en el porvenir, la realidad la despertaba en forma de brutal terronazo, mientras el viejo decía con voz áspera: Arre, que ya es hora. Y otra vez al trabajo, a dar tormento a la tierra, que se quejaba cubriéndose de flores.

No era dable en Artegui palidecer, y, sin embargo, visiblemente se tornaron aún más descoloridos sus pómulos al leer, roto el sobre, lo que el parte decía. Nubláronse sus ojos, y por instinto buscó el apoyo de la chimenea, en cuya tableta de mármol se recostó.

¿Se atrevería la autoridad a tomar una medida represiva?». ¡Y si fuera eso lo peor! decía el Arcediano. Y entonces comenzaba el segundo capítulo de la murmuración. «Lo peor era que, con razón o sin ella, pero no sin que las apariencias diesen motivo para las hablillas, se decía que el Magistral quería seducir, y en camino estaba, nada menos que a la Regenta».

Yo no cuántas cosas le decía. Sospecho que estaba llena de repeticiones, y doy por seguro que abundaban en ella las metáforas, hipérboles, epifonemas y, en general, toda clase de tropos y figuras de dicción. Había, además, gran copia de signos de admiración y puntos suspensivos. También recuerdo que citaba una octava real de Espronceda y dos versos de Musset.

Y cada uno se decía: «¿Qué sucede a los hombres para destruirse de esta manera, para atormentarse, para destrozarse, para arruinarse así? ¿Qué se han hecho para odiarse de tal modo? ¿Qué espíritu, qué impulso feroz les anima, si no es el mismo espíritu del mal