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La moral brota de la misma inteligencia, ó mejor, es una de sus leyes; es la prescripcion de la conformidad con un tipo infinitamente perfecto. Con la inteligencia, la moral se explica; sin ella, la moral es un absurdo. La inteligencia tiene sus leyes, sus deberes, pero que brotan de su propio seno, como el sol se alumbra á mismo con su propia luz.

Dormíase muchas veces vencida por la fatiga, y despertaba al sentir en sus ojos la violenta impresión de la luz. Isidro, con aire fatigado, desnudábase junto al lecho. ¿Qué hora era? Las tres; las cuatro. El joven excusaba su retraso hablando de los deberes que pesan sobre un escritor, de las exigencias del oficio.

Buscaba ante todo aquello que podía distraer a la joven para que se sintiese más interesada por la vida. Quizás aquel hombre tímido, como todos los hombres verdaderamente fuertes, evitaba explicarse a mismo el sentimiento nuevo que le atraía hacia ella. Temía verse preso entre dos deberes contrarios; no se podía ocultar que estaba ligado por toda la vida a la señora Chermidy.

Así los singulares defensores de Goethe a quien aludimos, suponen que el poeta sacrificó nobles afecciones y hasta sagrados deberes; pero, lejos de condenarle, le encomian por ello.

No sólo rodeará a su esposa de todos los cuidados que su estado requiere, si no que es hombre para constituirse en enfermero de ella y velarla noche y día. Le garantizo a usted que tomará el matrimonio en serio, como todos los deberes de la vida. Es español e incapaz de jugar con los Sacramentos; tiene un culto por su madre y una ternura apasionada por su hijo.

Una mancha en su conciencia, respecto á cualquiera cosa que se relacionase con sus deberes de empleado, habría atormentado á una persona semejante, del mismo modo, aunque en un grado mucho mayor, que un error en el balance de una cuenta, ó un borrón de tinta en la bella página de un libro del Registro.

Refiriéndonos á tiempos, ya muy viejos, veamos como el espléndido Concejo sevillano cumplió con los deberes de la hospitalidad y proveyó al sustento de algunos calificados huéspedes.

Siempre debiera estar de rodillas para darle gracias o al menos ocuparme continuamente de mis deberes proclamando su gloria, y empleando por él todos los instantes que me concede y que tan buenos son, entretanto que otros sufren amargamente.

Pero, hija, ¿en qué ha estado pensando que no se le ha ocurrido esto? Cumplir ciertos deberes, cuando el amor no facilita el cumplimiento, es la mayor hermosura del alma. Hacer esto bastaría para que todas las culpas de usted fueran lavadas. ¿Cuál es la mayor de las virtudes? La abnegación, la renuncia de la felicidad. ¿Qué es lo que más purifica a la criatura?, el sacrificio.

¡Basta! ¡basta!... Yo debo empezar a reflexionar seriamente sobre la decadencia de mi vida; si miro adelante, corta; y larga si dirijo hacia atrás la vista, porque veo los muchos deberes que he debido cumplir. Milly, 21 de octubre de 1829.