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Estaba en el convento sirviendo una mujer mulata llamada Juana Teresa Parrado, de quien las monjas tenían muchas sospechas de que era mala cristiana y dando aviso al señor visitador que es nombrado por el duque de Medina Sidonia para este convento por privilegio especial del Papa, hizo sus obligaciones, y negando la dicha mulata con alguna turbación, fué dada cuenta al señor provisor, siendo amenazada la mulata si no confesaba la verdad, que sería castigada y atormentada, dijo que la mañana del dicho día 17 de Junio muy temprano el Demonio la sacó por la reja de una tribuna y teniéndola en el aire junto al viril le dijo sacase la Sagrada Hostia y se la entró en el seno y habiéndola vuelto el Demonio á la tribuna había ella partido la Hostia y arrojándola sobre el referido altar.

Era posible encontrar otro barco: se ofrecía á ayudarles en la busca. Iba á enviar Mare nostrum á que le esperase en Barcelona, y él permanecería en Nápoles todo el tiempo que ella quisiera. ¡Farsante!... ¡Y yo he creído en ti! ¡Y yo me he entregado considerándote un héroe, tomando como verdad tus ofertas de sacrificio!... Se marchó furiosa, dando un terrible portazo.

Otra vez volvió a olisquearlo, dando sonoros bufidos y hundiendo sus cuernos en la cavidad del vientre, mientras el público reía de esta tenacidad estúpida, de este rebusque de vida en el cuerpo inánime. ¡Duro ahí!... ¡Qué poer tienes, hijo!... ¡Sigue, que ahora güervo!

Pero pasó una noche rompiendo cuartillas y dando paseos nerviosos para relatar un incendio, y al fin hubo de transmitir el encargo a un golfillo de la casa que no sabía escribir un renglón con su ortografía. Le dieron telegramas para que los ampliase, y los redactó con menos palabras que el original. Era un espíritu superior, incapaz de tan bajas funciones.

Y el dia 4 de marzo de dicho año, viniendo dicho señor obispo de confesarse del convento de S. Pablo, el dicho D. Alfonso juntó mucha gente armada, y antes que entrára dicho señor obispo en sus casas, le echó fuera de la ciudad y á todos los de su familia, de lo que resultaba la enemiga que tenia dicho D. Alfon, dando favor á muchos que vivian malamente contra Dios y su Iglesia, sabiendo bien el referido que la intencion de su ilustrísima seria querer enmendarloQue en cuanto á la incompetencia por falta de jurisdiccion, «el lugar donde estaba dicho señor obispo era donde habian de comparecer las personas del dicho regimiento por ó por su procurador, mayormente sabiendo el dicho D. Alfon que entre el Sr.

Y de repente, de un tirón, con el violento esfuerzo de un hombre que arroja lejos de un peso que le abruma, refirió con todos sus detalles la terrible historia de la cadina Sarahí... El tío Frasquito escuchaba con la boca abierta, encogiéndose, encogiéndose en la poltrona, convencido de su pequeñez, a medida que lo novelesco y lo terrible agigantaban en su imaginación la figura del héroe de aquella aventura legendaria, de que era el primer confidente y esperaba ser futuro cronista... Y a la idea de ser el primero en lanzar a los cuatro vientos de la publicidad la trágica aventura, el tío Frasquito se alargaba, se alargaba en la poltrona, hasta hombrearse con el héroe como la sombra se hombrea con el cuerpo y el eco con la música, y Homero con Aquiles, y el inmortal Virgilio con el divino Eneas. ¡Y pensar que era ya demasiado tarde para correr de casa en casa aquella misma noche dando la noticia!...

Viendo la carga que los enemigos venían dando á los nuestros, acudieron muchos soldados por aquella parte para salir á socorrer. No lo pudieron hacer tan presto que ya los nuestros no fuesen recogidos en las trincheas, y queriendo de nuevo salir á los enemigos, se puso delante el Gobernador Barahona y los hizo tornar.

Poco a poco se habían ido alejando de las formas correctas, ceremoniosas, que caracterizan a los graves gentlemen de la Gran Bretaña, dando a su trato cada vez más color local, acercándolo en lo posible al de nuestros pintorescos barrios de Lavapiés y Maravillas.

Mañana correrémos los bulevares de Montmartre, de los italianos, de las Capuchinas, de la Magdalena; bajarémos por la calle Real, siguiendo despues la calle de Rívoli, hasta el Hotel de Ville, y dando un vistazo á las Tullerías, Plaza de la Concordia, campos Elíseos, y arco de la Estrella, monumento suntuoso, que no cuesta á Paris menos de 39 ó 40 millones de reales.

Si alguno le cuchicheaba al oído, él no se daba por enterado. El Aligator, por su parte, atravesaba una de sus crisis galvánicas y se estremecía convulso, dando ya por anticipado que la experiencia iba a fracasar.