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Para ocultar su emoción, sonreía enseñando los dientes: una carátula inmóvil de niño que quiere ser amable. No, señora... Muchas grasias. Aqueyo no valió la pena. Así se excusaba de las muestras de agradecimiento de doña Sol por su hazaña de la otra tarde. Poco a poco, Gallardo fue adquiriendo cierta serenidad. Hablaban de toros la dama y el apoderado, y esto dio al espada una repentina confianza.

Pinedo alargó al instante la mano para despedirse. Ya sabe usted que hoy es sábado dijo la dama . Vaya usted a comer. Con mucho gusto. Recuerdos a Osorio. Y lleve usted a esta joven tan monísima. Ya veremos; ya veremos replicó el covachuelista otra vez desconcertado . Si hoy no pudiera, otro día será. Hoy ha de ser, padre tirano.... Hasta luego, ¿verdad, preciosa?

Los criados se quedaban fuera de la capilla; y una vez oída la misa de alba, la dama se levantaba, recogían los pajes cojín, silla y alfombra, se encaminaba la indiana a la puerta del Patio de los Naranjos, tomaba allí su silla de manos, y se volvía a su casa.

D. Francisco, yo he tenido una juventud muy borrascosa, como todo el mundo sabe, y hartas noticias tendrá usted de mis aventuras, pues no había en las Cortes de Europa dama alguna, casada ni soltera, que no se me rindiese. Después de todo, es una desgracia haber nacido con tal fuerza de atracción en la persona, señor D. Francisco; tanto, que todavía..., pero dejemos esto.

¿Cuál es? Cuestión de faldas. Una supuesta rivalidad, Sr. D. Gabriel. Dígalo usted todo de una vez exclamé sintiendo que se redoblaba mi coraje. Usted está celoso y ofendido, porque supone que le he quitado su dama. No le contesté. Pues no hay nada de eso, amigo mío. añadió . Respire usted tranquilo las auras del amor.

Lo que hacía Guillermina era para asustar a cualquiera. Fortunata no se creía con valor para tanto. Y sin embargo, al ver a la insigne dama aristocrática humillarse de aquel modo, avergonzose de no tener valor para imitarla, y sacando fuerzas de flaqueza, ofreció su ayuda.

Cuando aquél se quejaba tímidamente de su abandono, la dama se disculpaba con los celos de Escosura. Por más que hacía no lograba convencer a éste de que se hallaban rotas sus antiguas relaciones; la vigilaba con disimulo, espiaba sus pasos; el día menos pensado averiguaría la verdad. "Ya ves, el engaño sería muy feo: tendría razón para ponerse furioso".

Enviamelos con condicion que yo use del uno en estos frios de Francia, y que el otro no le á dama del cuerpo, temiéndose que aun me dura mi mala costumbreSea la buelta del mi S.^r El Condestable muy en buen hora. No voy al punto a besarle las manos, porq. me tiene trauado vna Tos de vn catarro terrible, y hoy hago vna medicina contra él.

Pero apenas ha entrado en ella y hablado algunas palabras con su protegida, cuando lo sorprende Elvira, á quien su conducta ha infundido recelos y sospechas; la última, al ver á la otra dama, siente y expresa los celos más vivos, y excita en el mismo grado los de Isabel. El acto primero termina con este enredo, que parece más complicado aún por otros incidentes que omitimos.

En una mañana del mes de Febrero de 1810 tuve que salir de la Isla, donde estaba de guarnición, para ir a Cádiz, obedeciendo a un aviso tan discreto como breve que cierta dama tuvo la bondad de enviarme.