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El día estaba triste; uno de esos días de lluvia menuda y continua en que sólo se ven en el suelo cieno y lodazales y en el cielo nubes pardas, inmóviles, pegajosas, que parecen lamer las torres y las cúpulas, cual la viscosa baba de un monstruo inmenso.

el qual dho. pregon fue fecho el dia viernes en la mañana en las gradas de la iglesia de santa maría la mayor de la dha çibdad e el dho pendon entro en la dha. çibdad el dho. viernes catorze dias del dho. mes de mayo deste año.

Sobre todo, por lo fantástico y extemporáneo que fuese aquel gran sistema a que se encaminan y precipitan todos los pueblos americanos ahora, era por lo menos ligero y tolerable para los pueblos; y por más que los hombres sin conciencia lo vociferen todos los días, Rivadavia nunca derramó una gota de sangre ni destruyó la propiedad de nadie, y de la presidencia fastuosa descendió voluntariamente a la pobreza noble y humilde del proscripto.

15 Y no se hallaron mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos. 16 Y después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17 Murió pues Job viejo, y lleno de días.

Y no se imaginaban, después de un triunfo de diez años, que pudiera entrar en los campos abandonados otra persona que el tío Tomba, un pastor ciego y parlanchín, que, á falta de auditorio, relataba todos los días sus hazañas de guerrillero á su rebaño de sucias ovejas.

Pepe, que se resistía a marcharse sin dar cima a sus propósitos, trató de prolongar la visita y, mirando hacia el cuarto de los libros, repuso: Quisiera concluir de arreglar aquí algo que olvidé días pasados. Haga Vd. lo que guste. Pepe pasó a la pieza contigua, y don Luis, sin poderse contener, hojeó de nuevo las cuartillas.

13 He aquí vienen días, dice el SE

Por muchos días habían menudeado los conflictos y las discusiones entre Miguel y Ruperto, acrecentándose su odio, y la reyerta que yo presencié entre ellos en la habitación del Duque no fue más que una de tantas.

D. Fadrique determinó, pues, aguardar con calma, sin dejar de estar á la mira. Al mismo P. Jacinto no le insinuó ningún aviso que pudiera servirle de regla de conducta. Se fió por completo, de su buen natural, y le dejó seguir libremente sus propias inspiraciones. La prudencia del Comendador se vió coronada del éxito al cabo de pocos días.

Crea V. que es una buena persona, un santo, y que no le incomodará poco ni mucho. Y así fue la verdad. En los quince días que D. Ramón estuvo en Madrid no tuve razón para arrepentirme de mi condescendencia. Era el fénix de los compañeros de cuarto.