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Cristeta, sorprendida, le dejó concluir. Ignoraba las insidiosas frases pronunciadas por su tío el día del almuerzo para herir a don Juan, y no esperaba semejante ataque.

No había de hacerlo ella todo. ¿Quién guiaba la casa? ¿Quién la salvaba en los apuros? ¿Quién conjuraba las cesantías? ¿Quién sorteaba las dificultades del presupuesto? ¿Quién era allí el gran arbitrista rentístico? Visitación. Pues que la dejasen divertirse, salir; no parar en casa en todo el día.

Todo eso está muy bueno respondí impacientemente, pero yo tenía un mundo de cosas que hacer, y algunos asuntos privados que atender. Tendrá que dejarlos descansar por un día o dos, ciertamente. insistió Reginaldo; debes estar tranquilo, Gilberto. Estoy demasiado contento de que no haya sido tan grave como al principio creímos.

La misma Pitusa me era odiosa, como las palabras inmundas... Un día dije vuelvo, y no volví más... Lo que decía Villalonga: cortar por lo sano... Yo tenía algo en mi conciencia, un hilito que me tiraba hacia allá... Lo corté... Fortunata me persiguió; tuve que jugar al escondite. Ella por aquí, yo por allá... Yo me escurría como una anguila. No me cogía, no.

» Una muy grande repliqué sonriendo a pesar mío. » ¿No te quejabas estos días atrás de que en nuestro viaje sería molesta para nosotros la presencia de mi padre? Al decir eso bien tendrías el propósito de que viajásemos solos los dos día y noche... » ; pero contaba con que estuviéramos ya casados para entonces.

, la España del siglo XVII... En las esquinas, de lado a lado, la cuerda que sujeta, por la noche, el farol de luz mortecina, que una piedra reemplaza durante el día. Al caer la tarde, el sereno lo enciende, y con pausado brazo lo eleva hasta su triste posición de ahorcado. ¡Cuántas veces, cuando las sombras cubrían el suelo, me he echado a vagar por las calles!

No más cubiletes de cerveza ni medias raciones de cecina, cuanto te veas otra vez en Horla, sino vino gascón á diario y carne asada hasta que te hartes. Lo que en Horla haré, sargento, si allá llego otra vez, está por ver; lo que es que por ahora voy á meter mi casco en esa caldera y á comer cuanto pueda, por si no volvemos á ver un guiso en todo el día.

Un día de marzo, sábado por la tarde, de buen tiempo, fijamos para el domingo siguiente nuestra expedición. Yo advertí por la noche a mi madre que íbamos los amigos a Elguea, y que no volveríamos hasta la noche. El domingo, al amanecer, me levanté de la cama, me vestí y me dirigí de prisa hacia el pueblo. Recalde y Zelayeta me esperaban en el muelle.

Me alegro por otra parte de que el bueno de Montiño haya tenido que ir á ver á su hermano. Tenía que hablarte. Yo también. Desde el día en que te vi estoy sufriendo, Juan. Primero, porque te amé, luego... porque cuando te amé conocí lo horrible que era estar unida para toda la vida con un marido como el mío.

Un amigo del señor de Pavol dijo en broma un día que a los veinticinco años se parecería rasgo a rasgo a Juno; el nombre le quedó. Mi admiración por mi espléndida prima se trocó en verdadera pasión y mi tío se divertía con mi encariñamiento y mi entusiasmo. ¿No has visto nunca mujeres lindas, sobrina? No he visto nada; como que he pasado mi vida en un desierto.