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Tan grande era la ceguedad reinante por los modelos extranjeros, que se intentaba nada menos que violentar el idioma español, y someterlo al yugo de una versificación tan monótona como el verso suelto italiano, y como él arrastrándose también con trabajo, por cuya razón se empleaba siempre pocas veces por los poetas anteriores.

Hallábame ya á más de un tiro de piedra de la choza, cuando detrás de mi precipitado y pesado paso; al mismo tiempo, un resuello gutural, casi un estertor, salía de aquel ser que me perseguía y me daba alcance. Volvíme y una pobre cretina, cuya papera, bazuqueada por la carrera, oscilaba pesadamente de uno á otro hombro.

El diputado, en virtud de continuos desvelos y de un arte maravilloso, se gana la naturaleza en un distrito, repartiendo a manos llenas los empleos; y cerca del Gobierno, a más de su talento y de su importancia personal, se apoya para sacar los empleos en esa misma devoción que asegura y prueba que los electores le tienen y en cuya virtud es diputado natural y goza de distrito suyo y re-suyo.

Desunció luego los bueyes de la carreta el boyero, y dejólos andar a sus anchuras por aquel verde y apacible sitio, cuya frescura convidaba a quererla gozar, no a las personas tan encantadas como don Quijote, sino a los tan advertidos y discretos como su escudero; el cual rogó al cura que permitiese que su señor saliese por un rato de la jaula, porque si no le dejaban salir, no iría tan limpia aquella prisión como requiría la decencia de un tal caballero como su amo.

La vía directa hácia Valladolid era la mas natural; pero debia aprovecharla con una ligera desviacion, á fin de visitar el Escorial, monumento que los Españoles han denominado la octava maravilla, titulo sobre cuya justicia no quiero disputar con ellos.

Al contrario, es de presumir que Lope, que, como leimos en su biografía, estuvo en Valencia desde 1588 á 1595, recibió en ella estímulo y aliento para imprimir en el drama el carácter que distinguía á las comedias, á cuya representación asistió, y á trasplantar á los teatros de Madrid la forma peculiar del drama valenciano.

Llovía y hacía mucho frío. Al principio sólo vi calles fangosas, aceras mojadas que relucían al resplandor de las luces de las tiendas, el rápido y continuo relampagueo de los carruajes cruzándose, salpicándose de lodo, una infinidad de luces chispeantes, como alumbrado sin simetría en largas avenidas formadas de casas negras cuya altura me parecía prodigiosa.

A veces la lluvia, la tempestad, una nube que nos intercepta el sol, nos produce un malestar cuya causa no sabemos explicarnos y que determina nuestras alternativas de temperatura moral, si así puede llamarse el fenómeno... Venga usted, querido tutor añadió volviéndose hacia el señor de Avrigny, venga usted a decirle que todos conocemos la bondad de su alma y que ni nos ofende un antojo suyo ni nos alarma uno de sus arranques impetuosos.

Sabía que estaba malo, y basta. Cuando un padre padece, la hija no debe cantar. ¡Una mujer cuya conducta obligó al pobre de su marido a huir e irse a morir de vergüenza allá en las Indias!... Murió de la epidemia observó el veterano.

Cristóbal de Morales escribió una segunda parte de la comedia anterior con el título de La estrella de Montserrat, conservándose también diversas comedias suyas, principalmente religiosas. Jacinto Cordero, llamado generalmente el Alférez, que según parece escribía ya para el teatro á principio de este período, por cuya razón debió acaso ser nombrado en el tomo anterior.