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Caminaba impetuosa hacia el anfiteatro la comitiva, compuesta del partido y juventud republicana, de mucha chiquillería, de los comités rurales, de los delegados y de todo fiel cristiano que movido de curiosidad quiso injerirse en la procesión.

Y para un espíritu culto, para una inteligencia despierta y con una curiosidad inquieta, ¡qué maldición es ese don de la pasión de los viajes!

Estimulados por la curiosidad hemos acudido á las religiosas de Madre de Dios y su priora actual la R. M. Sor Sto. Domingo bondadosamente nos ha facilitado el exámen del Libro de Caja que empieza en 1791 y dos de Manuales de los años siguientes, en que constan todos los gastos que hacía el monasterio.

Era el andrógino de las remotas leyendas, hombre y mujer a un tiempo; la personificación del verdadero amor, que domina la sed de nuevos deseos, desconoce la curiosidad que inspira lo extraño y anhela confundirse con el ser que ama, hasta suprimir toda dualidad y que los dos sean eternamente uno solo. Y Teri era así.

La contorsión del dolor, la muerte, todo resbalaba sobre ellos sin el menor arañazo, sin producir la más leve turbación. La monja, después de hablar con el médico, miró a Maltrana con cierta curiosidad. Su olfato de experta conocedora de la vida adivinaba a la pareja ilegal, al amor rebelde, que desprecia los convencionalismos sociales.

Adriana sintió que el corazón se le desgarraba. Le pareció que el fantasma temido tomaba formas y se sentaba frente a ella, familiarmente, con una sonrisa de curiosidad irónica bajo la sombría capucha. Siguieron leyendo. "20 de mayo. "Yo le demuestro ahora una gran indiferencia. Me aterra la idea de que él adivina las preocupaciones mías. Me aterra, también, que yo pueda enamorarme inútilmente.

Le escuchaba Elena con deleite, lo mismo que cuando, en el teatro ó en el cinematógrafo, sentía despertada su curiosidad por una fábula interesante. Eso es vivir decía . Eso es llevar una existencia digna de un hombre.

Ahora no veía en nada de aquello lado alguno ridículo. ¡Oh, la Iglesia era sabia! ¡Conocía el corazón humano y cuáles eran los momentos grandes de la vida! ¡Era tan solemne el nacer, el tomar un nombre en la comedia azarosa de la vida! ¡El bautizo hacía pensar en el porvenir, en una síntesis misteriosa, de punzante curiosidad, de anhelante y temerosa comezón de penetrar el porvenir!

El ingeniero, absorto por el carácter inverosímil de su aventura, no supo qué decir. ¡Eran tan numerosos los pensamientos que bullían en su cabeza y las preguntas que iba amontonando su curiosidad!... El personaje subido en la lechuza rodante interpretó este silencio como una muestra de timidez. Puede usted hablar sin miedo, Gentleman-Montaña.

Midiéronse, en efecto, instintivamente con la vista, procurando que su mutua curiosidad no fuese advertida, de lo cual resultó una escena muda y expresiva, representada por ella con infantil desenfado, y con reserva ceñuda por él. Era el viajero un hombre en la fuerza de la edad y en la edad de la fuerza.