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Será gracioso oír a los clérigos gritar: «Fuera los filósofos», y a los seglares: «Fuera los curas». Veo con sorpresa que el presidente no tiene látigo. Es que guardarán las formas, amiga mía. ¿En dónde han aprendido ellos a guardar formas? Silencio, que va a hablar un diputado. ¿Qué dirá? Nadie lo entiende. Se vuelve a sentar. En el escenario hay uno que lee.

Ya que soy tu confesor y que si callas ante los otros, es porque haces provisión de palabras para . ¿Qué te pasa? Aquí tienes el médico de tu alma, como diría uno de esos curas, amigos de tu mujer. Sánchez Morueta hizo un gesto de indiferencia. Nada le ocurría de extraordinario.

Para la quisiera yo. Y para también... Pero en fin, ¿puede ser o no? Es un cleriguito de las mejores condiciones. Lo creo... ¡pero qué quiere usted! Estos cargos son muy solicitados, y cuando vaca uno, hay cuatrocientos curas con los dientes de este tamaño. , pero mi presbítero es un cura apreciabilísimo, un santo varón... Como que ayuna todos los días...

Riéronse mucho las damas, entonando el consabido estribillo: ¡Qué cosas tiene! y Carmen Tagle, para desagraviarle, le ofreció un sorbete diciendo: Vamos, hombre... Tómate un Curra Albornoz y te curas... No es más indigesta la ensalada de pepinos que el suelto de El Puente de Alcolea, y ahí la tienes a ella bailando tan fresca.

Otra cosa que entre los griegos gustaba mucho era la oratoria, y se tenía como hijo de un dios al que hablaba bien, o hacía llorar o entender a los hombres. Por eso hay en la Ilíada tantas descripciones de combates, y tantas curas de heridas, y tantas arengas. Todo lo que se sabe de los primeros tiempos de los griegos, está en la Ilíada.

Si la tomo... ahí se pudrirá en la tienda.... El Provisor les prohíbe comprar aquí... Ellos, los pobrecitos curas de aldea... ¿qué han de hacer?... ¡Infelices!... Le temen... le temen.... ¡Infame! ¡Infelices! Y don Santos se incorporó como pudo, inclinó la cabeza sobre el pecho, y lloró en silencio. Y repetía de tarde en tarde: ¡Infelices!... Celestina salió de la alcoba sollozando.

Cuando se emancipó de ese pobre partido, y el cuchillo alcanzó también a la garganta de curas y canónigos, fué preciso abandonar la denominación de impíos; la casualidad suministró una coyuntura.

La inmediata pertenecía al mismo círculo de amigos; después seguía la de los curas de tropa, llamada así porque a ella se arrimaban tres o cuatro sacerdotes, de estos que podríamos llamar sueltos, y que durante la noche y parte del día hacían vida laica.

Pero yo desprecio los bienes terrenales, y no me preocupo del porvenir. ¿Ven ustedes este duro? Pues ahí va... Y hecho esto, el hombre aguarda la vuelta, cuenta las perras gordas una por una y se las guarda en un bolsillo profundo... Poco dinero y malo. Hombres furiosos. Señoras gruesas, siempre sofocadas, o por el calor o por los berrinches, que se abanican constantemente. Muchos curas.

Poco á poco fué quedando desierto el atrio de San Nicolás. Un muerto yacía en la acera, custodiado por dos guardias. Más allá, los grupos rodeaban á varios heridos. Algunos curas se deslizaban con paso lento á lo largo de las paredes esquivando el gentío. Estaban heridos é iban á sus casas á curarse ocultamente, huyendo de la publicidad y de enojosas declaraciones.