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En resumen, amigo Luna: esto está muerto... pero bien muerto. Aún no hemos desaparecido; nos ven, pero es de cuerpo presente. Las lamentaciones del maestro de capilla no sorprendieron a Gabriel. Todos en la catedral se quejaban de la vida mísera y sórdida que arrastraba el culto.

A su mujer, católica, sin misticismo, le preocupaban en cambio los avances escandalosos de la irreligión. Sus dos hijas se parecían a ella por la expresión casi enojada de los ojos, adquirida en las prácticas asiduas del culto murmurando oraciones compungidas y contemplando el cáliz que se eleva sobre la casulla recamada en oro del sacerdote que oficia.

Desengañado y hambriento, hube de consagrar en Toledo todo mi culto gastronómico á las ricas naranjas valencianas y el atrevido Valdepeñas. Apesar de algunas impresiones desagradables, Toledo me habia complacido mucho por sus enseñanzas de carácter social, no ménos que por sus monumentos.

Prefieren sobre todo los vasos y demás vajilla de plata, para colocarla como un adorno sobre sus mesas, ó las vestimentas estrañas, cubiertas de galones y de bordados relucientes, con que se componen para salir á las procesiones del culto católico, tratando de distinguirse de los demás por lo brillante y singular de tales arreos.

El espíritu humano no ha nacido para contemplarse á propio, para pensar que piensa; los afectos no le han sido concedidos para objetos de reflexion, sino como impulsos que le llevan á donde es llamado; el objeto principal de su inteligencia y de su amor es el ser infinito así en esta vida como en la otra. El culto de propio es una aberracion del orgullo cuya pena son las tinieblas.

Lo que importa es poseerlos para pasar ante el vulgo de levita por opulento y por culto. No fueron éstos los estímulos de los antiguos coleccionistas, ni lo son tampoco á , los de los verdaderos aficionados contemporáneos.

En materia de religión son brutales totalmente y se diferencian de los otros bárbaros, pues no hay nación por inculta y bárbara que sea, que no reconozca y adore alguna deidad; pero éstos no dan culto á cosa ninguna visible ni invisible, ni aun al demonio, aunque le temen.

Así debió suceder á medida que se perfeccionaba este espectáculo, y se hacía más independiente del culto.

Aquella elocuencia natural que había causado asombro al iniciarse en el Seminario, se hinchaba y esparcía como un gas embriagador en las reuniones revolucionarias, enardeciendo a la muchedumbre desarrapada, hambrienta y miserable, que sentía estremecimientos de emoción ante la sociedad futura descrita por el apóstol: la ciudad celeste de los soñadores de todos los siglos, sin propiedad, sin vicios, sin desigualdades, donde el trabajo sería un placer y no existiría más culto que el de la ciencia y el arte.

Don Santos había sido siempre un buen católico; es más, de la Iglesia vivía, pues su comercio era de objetos del culto. Pero desde que el monopolio mal disfrazado de competencia de «La Cruz Roja» había empezado a labrar su ruina, iba sintiendo cada día más vacilante el alcázar de su fe... y más vacilantes las piernas.