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Resta ahora para el entero conocimiento de lo que escribimos en esta Lógica dar una breve noticia de la Lógica antigua y moderna, y mostrar la utilidad que se puede sacar de los Autores principales que las han tratado. Los Griegos, como fundadores de esta Arte conviene leerlos, aunque con la reserva de no dexarse impresionar de sus máxîmas; porque hablando en general es certísimo, ni lo puede negar ninguno que se entere de ellas, que entre algunas cosas muy buenas mezclaron muchas otras vanísimas. Son pocos los escritos Lógicos que han quedado de los Griegos antiguos: las mas de las noticias las tenemos por Diógenes Laercio, Sexto Empírico, y Plutarco, que siendo muy inferiores en el tiempo, no nos dexan del todo asegurados de la doctrina de aquellos Filósofos. Los que leyendo una cosa en estos Griegos, ó en los Autores Latinos mas calificados, como Ciceron, Lucrecio, &c. se la creen por sola la autoridad de estos insignes Escritores, ó son preocupados ó poco Lógicos. De Platon y Aristóteles nos han quedado bastantes escritos para poder formar concepto de su Filosofía. Platon no escribió de propósito de la Lógica, dando preceptos de ella, solo habla de la Dialéctica, y en algunas ocasiones culpa á los que abusan de ella, como se en su Diálogo [Griego: Sophista] Sophista, y en el Protágoras, y en el Euthydemus. Aristóteles no solo trató de propósito de la Lógica en los libros que arriba hemos propuesto, sino que si se juntan sus reglas y preceptos con los fragmentos de los Estoicos y otros Griegos, que por el general consentimiento de sus discípulos sabemos que fueron de ellos, me atrevo á asegurar que, en tanto como quieren lucir los modernos de siglo y medio á esta parte, no se halla en ellos una sola máxîma propia de la Lógica, que no se encuentre ya en los antiguos. Los Romanos despues que dieron entrada á los Griegos y con ellos á las Artes, cultivaron mucho la Retórica, Historia, Poesía; mas no la Lógica, ni la Física, ni otras partes de la Filosofía. La

Con tal determinacion muchos de los judíos que aun vivian ocultos en España, i que milagrosamente habian escapado de las garras de la Inquisicion pasaron á Portugal, en donde se multiplicaron en gran manera. Otros quedaron en España por no abandonar su patria. I de los unos i de los otros es grande el número de los que cultivaron el estudio de las letras.

Mi familia se estableció más tarde en Lucena, provincia de Córdoba, centro floreciente de las academias y liceos judaicos, donde las ciencias y las artes se cultivaron con abundante fruto. De allí salieron médicos, astrónomos, hombres de Estado y ministros de hacienda para multitud de monarcas, cristianos y muslimes, de los que reinaron en la península.

Cristóbal de Virués. López Pinciano, sobre el drama español. Más duradera memoria dejaron algunos poetas de Valencia, que cultivaron la poesía dramática poco después de Juan de la Cueva. Valencia, que, juntamente con Sevilla, fué la ciudad más rica y populosa de la antigua España, estaba hacía tiempo en posesión de un teatro fijo, parecido al de Madrid, y llamado el corral de la Olivera.

»Y, sin embargo continuó como hablando consigo mismo, ¡si todos cuantos cultivaron la Medicina hubieran cumplido con su deber trabajando con el mismo ahinco que yo, algo más adelantada estaría hoy esta ciencia! ¡Ah, miserables! ¿Para qué me sirve el estado en que hoy se encuentra? Solamente para hacerme saber que le restan a mi hija ocho o diez días de vida.

Mas ya que hemos insinuado alguna cosa de los trabajos de nuestros operarios en estas Misiones, juzgo esta ocasión cómoda y oportuna para referir más por extenso el modo de vivir de los Jesuitas que cultivaron y cultivan esta viña del Señor, regándola con sus sudores y aun con su sangre, por no quitar su debida estimación á la virtud, y defraudarnos á nosotros de los ejemplos que podemos imitar.

Los Filósofos Gentiles cultivaron mucho la razon natural: alcanzaron por ella algunas verdades concernientes á los usos de este mundo: conocian que esta habitacion de la tierra no llenaba el fin á que eran nacidos, y á que les empujaba su propia naturaleza. Pero qué errores no mezclaron con esto?

Prueban la afición, con que cultivaron la poesía, los tesoros guardados en la biblioteca del Escorial, aún no conocidos del todo, y los copiosos aunque incompletos catálogos de poetas arábigo-hispanos de D'Herbelot, D. Nicolás Antonio y Casiri.