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Tratan de llegar al bosque dijo Cornelio. ¿Está lejos? preguntó Van-Horn. Seis o siete millas. Hay que darse prisa, Capitán. Ya sabéis que los australianos son buenos andarines. También nosotros tenemos buenas piernas. Si logramos ponernos a tiro, les haremos fuego. ¡Adelante, y con cuidado para no caer en emboscadas! Y para ver si han abandonado las calderas añadió Van-Horn.

¿Por qué he de estar triste? ¡Como no trabajas! Descanso un poco. ¿ has estado corriendo?... ¡Estás roja como una amapola! No, papá, vengo de dar mi lección de piano con mamá. ¿Es buena contigo tu mamá? Muy buena. ¿ la quieres mucho? Mucho... pero a ti más que a ella... Me voy a jugar... pero bajo los árboles... no al sol... no tengas cuidado. Iba a salir; Fabrice la llamó.

Vamos, cuénteme usted, que yo ia absuelvo en seguida. A las niñas bonitas se les perdona todo. Diciendo esto, miró de nuevo á Clara; pero ya no se sonreía: estaba serio, y había en su voz cierta agitación que ella no pudo notar. Cuidado, no se caiga usted dijo, extendiendo su brazo por la cintura de la huérfana, como si ésta hubiera tropezado.

Por aquí no hay más novedad, sino que tu Tata no se siente bien desde el viernes, pero no es cosa de cuidado; todos te extrañan mucho y están deseando que vuelvas; Clota ha llamado varias veces por teléfono para pedir noticias y dice que no ha recibido cartas tuyas como nosotros tampoco las hemos recibido, ¿qué es eso? ¿por qué no escribes?

Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos a Lela Marién, con todas aquellas oraciones que la cautiva le había enseñado.

No acertando a reprimir su admiración amorosa, se acercó con lentitud y cuidado, para que ella no despertase e imprimió dos tiernos besos sobre los párpados y largas pestañas de sus cerrados ojos.

Cuando la galera logra ponerse en marcha, murmura en voz baja, como si hablara consigo mismo: «Si salgo del territorio de Santa Fe, no hay cuidado por lo demásEn el paso del Río Tercero acuden los gauchos de la vecindad a ver al famoso Quiroga, y pasan la galera punto menos que a hombros.

DON URBANO. Tan viva como la misma electricidad, misteriosa, repentina, de mucho cuidado. Destruye, trastorna, ilumina. MARQU

Era cosa decidida que nadie se librara... Al llegar a este punto, el patrón se interrumpió, gritando: ¡Ten cuidado, Nardi, que se apaga la lumbre!

Un curador, nombrado judicialmente, ha cuidado de mis bienes, porque yo no tengo parientes. He mandado llamar a ese hombre. ¿Qué sabe usted de la causa de mi locura? le he preguntado.