United States or Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al final Lili dio con su elegante cuerpo en medio de las zarzas que cubrían la boca de la cueva, y allí la mantita de que iba vestido fuele de grandísimo estorbo. El animal, viéndose imposibilitado de salir de entre la maleza, empezó a ladrar pidiendo socorro.

Con esto rompieron a llorar la madre y la hija, y se aumentó la palidez de Chisco y hasta le tembló un poquitín el labio de arriba por un lado, síntomas que no había notado yo en él ni aun viéndole en la cueva de marras, mano a mano con el oso. ¡Si le calaría bien adentro la sorpresa de aquella granizada de onzas de oro, que era una riqueza entre los pobres labriegos de Tablanca!

El joven profesor era el único que no estaba ebrio, pero se mantenía erguido, inabordable, con la ferocidad de la disciplina. Lo introdujo en una pieza abovedada sin otro respiradero que un ventanuco á ras del suelo. Muchas botellas rotas y dos cajones con alguna paja era todo lo que había en la cueva.

El señor Marqués, hombre muy instruído y versado en nuestra literatura, atribuye á Tirso de Molina, en su Burlador de Sevilla, la creación del tipo del famoso héroe popular, investigando su genealogía dramática, desde El infamador, de Juan de la Cueva, hasta nuestros días.

Y en el friso del ventanal se leían estas palabras del evangelio de San Mateo, escritas con caracteres góticos: Y les dice: Escrito está. Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.

Acaso fué debido á los dramas de La Cueva ó de Artieda, que hubieron de llegar á él por conducto de las compañías errantes, y luego á Cervantes y Argensola el más viejo, los dos poetas que estuvieron en más íntimo contacto con los teatros de Madrid.

Un pensamiento instantáneo acaba de cruzar por su mente. Sube al escabel, descuelga los viejos vestidos y las botas que penden de lo alto de la gruta. Un bolsillo de monedas suena en los gregüescos. Cuando hubo cambiado el sayal por aquellas ropas de otro tiempo y ceñido la espada, salió de la cueva y se puso a errar en la noche.

Las hierbas marinas ondeaban temblorosas sus verdes cabelleras; frutos redondos semejantes a los higos chumbos agrupábanse blancuzcos en las aristas de las rocas; flores que parecían de nácar brillaban en la profundidad de las aguas verdes; y entre esta vegetación de misterio destacaban las estrellas de mar sus puntas de colores, apelotonábase el erizo como un borrón negro lleno de púas, nadaban inquietos los caballitos del diablo, y un chisporroteo de plata y púrpura, de colas y nadaderas, pasaba veloz entre torbellinos de burbujas, surgiendo de una cueva para perderse en otra boca de insondable misterio.

A todo esto, la hija mayor de la Briffarde, pálida muchachona de unos doce años, estaba repartiendo entre sus hermanos el pan, la carne y unos cuantos coscorrones destinados a reprimir la indiscreta avidez de su apetito, todo esto en medio de un ruido infernal de gritos y llantos. Salgamos me dijo Luciana, sofocada por el hedor de aquella cueva y estremecida de repugnancia.

Con esta última página está sucediendo lo que con el primer número de La Edad de Oro; que no va a caber lo que el amigo de los niños les quería decir, y es que en el número de agosto se publicará una Historia del Hombre, contada por sus casas, que no cupo esta vez, historia muy curiosa, donde se cuenta cómo ha vivido el hombre, desde su primera habitación en la tierra, que fue una cueva en la montaña, hasta los palacios en que vive ahora.