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Cuatrocientos años hace que vivió el Padre las Casas, y parece que está vivo todavía, porque fue bueno. No se puede ver un lirio sin pensar en el Padre las Casas, porque con la bondad se le fue poniendo de lirio el color, y dicen que era hermoso verlo escribir, con su túnica blanca, sentado en su sillón de tachuelas, peleando con la pluma de ave porque no escribía de prisa.

Cuando puedan doblar mi gran arco de guerra, los enviaré á la frontera, para que se alisten á las órdenes del invencible Copeland, gobernador de Carlisle. Y os aseguro que como lleguen á verse frente á frente de mi verdugo y á menos de cuatrocientos pasos, no cortará más dedos ingleses el viejo zorro de Douglas. Así viváis para verlo, camarada, dijo Simón.

Había encontrado al país en una de sus crisis periódicas. Pero aun así, había conseguido reunir cuatrocientos mil francos. En la cartera guardaba un cheque por esta cantidad. Más adelante le harían nuevos envíos. Un señor del campo, algo pariente suyo, cuidaba de sus asuntos. Margarita parecía satisfecha. También adoptó ella un aire de mujer grave, á pesar de su frivolidad.

Otros contemplaban con asombro y envidia el enorme montón de la banca mientras el croupier lo ponía en orden, formando fajos de billetes, alineando columnas de fichas de diversos colores. Corrió de boca en boca la cifra: ¡cuatrocientos noventa y cuatro mil francos! Sólo faltaba una pequeña cantidad para medio millón. Pocas veces se había visto una ganancia tan rápida.

Bien podemos, pues, jactarnos de haber influido en que se fundase una religión que en el día profesan más de cuatrocientos millones de seres humanos. ¿Y habéis tratado y seguís tratando de la misma suerte a algunos sabios europeos, yendo vosotros de visita donde ellos residen? ¿Y cómo no? contestó Sankarachária . Yo tengo y visito así a varios amigos de Europa.

Este, no obstante, es un tomo en cuarto mayor, de 292 páginas, letra muy metida, con veinte láminas y noventa imágenes y facsímiles intercalados en el texto, y contiene la descripción de más de mil cuatrocientos objetos.

Y las instancias de Juan fueron tan vivas, tan conmovedoras, que el notario consintió en tomar de las rentas la suma de dos mil cuatrocientos francos que todos los años, hasta la mayor edad de Juan, se dividió entre la anciana Clement y la joven Rosalía. Madama de Lavardens se condujo perfectamente en esta circunstancia.

Solo la luz es comparable a mi felicidad». Cerca, de la costa permanecieron Martí y sus compañeros hasta el día 16 que salieron con dirección a la jurisdicción de Guantánamo. Los españoles, sabedores de la llegada de los expedicionarios y de que rondaban por esos lugares, le salieron al encuentro en número de cuatrocientos hombres.

Otra prueba de la misma verdad nos ofrece una novela del Sr. Bellamy, ciudadano anglo-americano también, novela de la que se vendieron cerca de cuatrocientos mil ejemplares, a poco de ver la luz pública. La novela era lo que podemos llamar una utopia socialista o comunista. La imaginó el autor en porvenir no muy distante. La revolución social se había ya realizado.

En las cámaras y tarbeas de los palacios, alcázares y casas que Isabel I tenía en Aranjuez, Granada, Sevilla, Toledo, Toro, Tordesillas, Segovia y Medina del Campo, hubo, según consta del inventario formado a su muerte, al pie de cuatrocientos sesenta cuadros, casi todos de devoción; y doña Juana la Loca dejó treinta y seis, sobre los que heredó de su madre.