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Cuatrocientos cincuenta años llevamos en el cogote el agua del bautismo seguía vociferando el capitán Valls , y somos aún los malditos, los réprobos, como antes de la conversión. ¿No tiene gracia esto?... «¡Los chuetas! ¡Cuidado con ellos! ¡Mala gente!...» En Mallorca hay dos catolicismos: uno para los nuestros y otro para los demás.

Aunque se elevase á cuatrocientos millones de pesos fuertes, todavía sería muchísimo menos de lo que Cuba nos ha costado en los cuatrocientos años que la hemos poseído, sin duda por nuestra desgracia, pero también por nuestra gloria, como monumento y espléndido recuerdo del hecho más brillante y transcendental de nuestra historia y aun de la historia de todo el linaje humano.

-Yo lo hiciera -respondió Sancho-, pero no soy nada codicioso; que, a serlo, un oficio dejé yo esta mañana de las manos, donde pudiera hacer las paredes de mi casa de oro, y comer antes de seis meses en platos de plata; y, así por esto como por parecerme haría traición a mi rey en dar favor a sus enemigos, no fuera contigo, si como me prometes docientos escudos, me dieras aquí de contado cuatrocientos.

Burra... no estalla mientras no se le enciende la mecha. Este es para esta noche. Anoche puse uno en la puerta de la casa del duque, y cuando reventó cayeron todos los cristales de dos casas. ¿Y te ocupas en eso? ¡Bárbaro!... No lo digo porque me importe nada que el palacio del duque salte en cuatrocientos mil pedazos.

1 Y fue en el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, en el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif, que es el mes segundo, que él comenzó a edificar la Casa del SE

El error de Montalván proviene, pues, principalmente, de no haber distinguido unas de otras las diversas composiciones dramáticas, ó simplemente de su prurito de exagerar, manifestando acaso que atribuye más mérito al número que á la calidad de las obras escritas por su maestro. En cuanto á los autos, nada dicen sus noticias: Montalván los hace subir á cuatrocientos.

¿Y ya existían Zalacaín entonces? No sólo existían, sino que eran nobles. Oye, oye dijo Tellagorri dando un codazo a Martín, que se distraía. ¿Quieren ustedes que lea lo que dice el cronista? , . Bueno. Pues dice así: «Título: De cómo murió Martín López de Zalacaín, en el año de gracia de mil cuatrocientos y doce

Aquí funda usted una pequeña familia cuatrocientos o quinientos mil hijos , y la saca usted adelante sin el menor contratiempo. Lleva usted sus chicos a la escuela, al teatro y al cine, y es un gusto ver cómo se instruyen y se divierten. La alimentación es magnífica. ¡Qué carnes tan podridas! ¡Qué leche tan adulterada!...

Mas al fin llegó á resignarse viendo que entre los trescientos ó cuatrocientos de su clase solo unos cuarenta merecían le honra de ser preguntados porque llamaron la atencion del catedrático ya sea por el tipo, por alguna truhanería, por simpatía ú otra causa cualquiera. Muchos por lo demás se felicitaban porque así se evitaban el trabajo de discurrir y comprender.

De San Rafael salieron por dos partes en busca de almas; una tropa de Taus ganó á la fe cuatrocientos y ochenta infieles, de nación Bacusones. La otra, de Tabicas, fué á las riberas del río Paraguay en busca de Curucanes.