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Llamó desde luego la atención de los transeúntes un ciego que no cantaba peteneras o malagueñas, y muchos hicieron círculo en torno suyo, y no pocos, al observar la maestría con que iba venciendo las dificultades de la obra, se comunicaron en voz bajo su sorpresa y dejaron algunos cuartos en el sombrero, que había colgado del brazo.

El cambio de fortuna de sus hermanos, no varió su situación; le recibían ellos de tan mala manera, le llamaban con motes tan injuriosos, que Agapo evitaba verles; y luego, ¿para qué? para recibir consejos, en vez de cuartos.

Inútil es decir que el casero tenía mala cara; todos la tienen; es la primera cosa que hacen en comprando casa; a lo menos tal nos parece siempre a los inquilinos, sin que esto sea decir que no pueda ser ilusión de óptica. ¿Qué tiene usted que mandarme?... ¿Usted es el dueño de la casa que se está haciendo?... , señor. Hay varios cuartos en la casa. Están dados. ¡Cómo! si no están hechos.

Lino enfermó de rabia, y en cuanto se le presentó ocasión, que fue al cabo de dos meses, viniendo de una romería, le pegó una puñalada a su primo... ¡Pero, anda, que buenos cuartos le costó la tal puñaladita! No lo hizo con diez mil reales.

Cruzó por su mente la idea de que pudiese subir a su casa; pero al instante la desechó como inverosímil. Imaginó más bien que vendría a visitar a alguno de los inquilinos de los cuartos principal o segundo, que eran personas de calidad. No obstante, a despecho de su razón, no se tranquilizaba. Cuando oyó sonar el timbre de la puerta quedó aterrado.

Da gloria de Dios el verla. Y no estos costurones ... ¡más mal asentaos! Pero, condenao, ¿cómo quieres comparar aquel paño tan fino con este mahón de á tres reales? ¡Qué mahón ni que ocho cuartos!

Eso, eso, tengamos carácter... ¡Pues no tiene pocas pretensiones! Ni usted con toda su casta vale mil cuartos, cuanto más mil duros... Vaya, ¿quiere dos mil reales? Izquierdo hizo un gesto de desprecio.

Nela, pareces una almeja. ¿Qué quieres? Toma, toma esta peseta que me dio esta noche un caballero, hermano de D. Carlos.... ¿Cuánto has juntado ya?... Este que es regalo. Nunca te había dado más que cuartos.

La iglesia estaba envuelta en una semisombra gris y sucia: la luz que caía de las altas ventanas de la cupulilla, ocultas por gruesas cortinas azules, no bastaba a esclarecer el ambiente. De rato en rato sonaban campanillazos, y otras veces el chocar de los cuartos dentro del cepillo que un monago presentaba a los fieles pidiendo, para el cultooo de esta santa iglesiaaa.

Había hecho algunos cuartos, pocos; con su rédito, con lo que daba el estanquillo y con lo que dejaban algunos huéspedes por el verano, vivían modestamente, pero sin trampas.