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Huelgo de contar a V.M. estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio. Pues tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, V.M. sepa que desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz.

Y ahora entiendo con cuánta razón claman los Superiores de esta provincia á nuestros Padres generales, diciendo que no es esta vocación de cualquiera, sino de hombres solamente de virtud muy grande y bien probada.

Este bosquejo de la fábula manifiesta cuánta animación y cuánta exuberancia de vida reina en esta comedia, no siendo menos brillante la poesía que la exorna.

Vázquez no pudo menos de reírse... Entonces me quedan aún tres días de espera para cumplir las dos semanas... ¡Cuánta cosa puede suceder en tres largos días! Y así fue. En el breve plazo de los tres días, mejor dicho, esa misma tarde, sucedió una cosa extraordinaria... Como era de rigor, había resuelto Coca consultar su probable compromiso con Adolfo, el jefe natural de la familia...

Y como estos conocimientos solían ser tan recientes que muchas veces databan de la noche anterior o del mismo día, su fuerza era irresistible. ¡Qué serie asombrosa de pormenores, cuánta erudición desplegaba en ocasiones! Los contrarios quedaban silenciosos y confundidos y los parroquianos de las mesas inmediatas henchidos de admiración.

El aya seguía repitiendo de rato en rato: Pero, ¿qué es esto? ¡Cuánta gentuza! ¿A qué hemos venido? Paz, sin oírla, permanecía inmóvil con la mirada fija en la puerta de la casa. En la esquina tres chicos jugaban a la toña; pero, como excepto ellos casi nadie había por allí, era seguro que, si Pepe salía o entraba, le vería sin dificultad.

Napoleon, que fué un gran poeta á la manera de Alejandro, era digno de comprender cuánta ciencia política había en el creador de esos grandes caracteres de la antigüedad, en cuya boca ha puesto palabras que han inmortalizado á su autor, y que prueban que quien tan profundamente conocía á los hombres bien pudo atinar con el mejor modo de dirigirlos.

Venía a casa tres veces por semana, pues en un arranque de celo, cargó con la obligación de atascar mi cerebro con cuanta ciencia le era conocida. Y continuó en su empeño con perseverancia, por más que yo ejercitaba su paciencia. No porque tuviese la cabeza dura, no: aprendía con facilidad.

Don Benjamín es orador muy elocuente, pero no tiene una cabeza política ni previsora: tiene demasiados libros para ser buen gobernante y jamás ha escrito en un diario. ¡Pero no se me hizo caso, señor, y ya verán ustedes los resultados! ¡Cuánto me alegro, doctor Trevexo, de que Ramón oiga lo que usted dice! ¡Cuánta razón tiene usted!

María es una muchacha y parece una abuela. ¿Acaso su corazón permanecerá siempre sumido en la tristeza y no se abrirá á más dulces sensibilidades? María se ruborizó y volvió los ojos. Tragomer me ha confiado sus intenciones. cuál fué su proceder, pero también conozco cuánta fué tu severidad.