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Martí, sin el grande amor por su patria, hubiera sido en México, como en cualquier otro país, conductor de conciencias.

15 Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, también sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos pedido. 17 Toda maldad es pecado; mas hay pecado que no es de muerte. 18 Bien sabemos que cualquiera que es nacido de Dios, no peca; mas el que es engendrado de Dios, se guarda a mismo, y el maligno no le toca.

Ella decía que una nación de cobardes sería la más feliz y próspera del mundo, y cuando le objetaban que esa nación no sería dueña de misma porque la esclavizaría cualquier conquistador extraño, respondía que su bello ideal era que todas las naciones del mundo fueran igualmente cobardes, para que resultara un globo terráqueo poblado en absoluto de seres prudentes.

En este aprieto pidió auxilio a Manuel Antonio. Se le había metido en la cabeza una broma chistosa, y antes de renunciar a ella consentiría en cualquier alianza. Desengáñate, Santos decía el marica, de acuerdo con Paco, paseando cierta tarde por el Bombé con Granate, , como te has pasado más de la mitad de la vida detrás de un mostrador, no entiendes nada de estos lances.

Era imposible evitar que entre cuarenta o cincuenta mujeres hubiese dos o tres que se pusieran al habla, aprovechando cualquier coyuntura oportuna en las varias ocupaciones de la casa.

8 Les dirás también: Cualquier varón de la Casa de Israel, o de los extranjeros que peregrinan entre vosotros, que ofreciere holocausto o sacrificio, 9 y no lo trajere a la puerta del tabernáculo del testimonio, para hacerlo al SE

Es preciso estar ciego para no comprender que ha sido él quien ha guiado a los alemanes al Blutfeld. Sentiría que le hubiese alcanzado un trozo del carro; le reservo algo mejor que eso. Lo que más deseo es que continúe bien de salud, hasta que nos encontremos un día cara a cara, en cualquier lugar apartado del bosque.

Y así pasaba las tardes, inmóvil y silencioso, tomando mate tras mate, rodeado de familias que le contemplaban con admiración y miedo. Cada vez que subía á caballo para estas correrías, su hija mayor protestaba. «¡A los ochenta y cuatro años! ¿No era mejor que se quedase tranquilamente en casa? Cualquier día iban á lamentar una desgracia...» Y la desgracia vino.

Julián se apresuraba a replicar, sin meterse en honduras fisiológicas: La casta de los señores de Pardo es muy saludable, gracias a Dios.... Una noche cambiaron de sesgo las confidencias, entrando en terreno sumamente embarazoso para Julián, siempre temeroso de que cualquier desliz de su lengua desbaratase los proyectos del señorito, y le echase a él sobre la conciencia responsabilidad gravísima.

«¡Qué mujer! pensaba el infeliz a cualquier hora, en cualquier parte . ¡Quién había de imaginar que había mujeres así! ¡Oh!... todo esto es el arte... sólo una artista puede querer en esta forma tan.... deliciosamente exagerada».