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LORENZA. Pienso darme una buena sesión de trabajo. Quiero acabar mi estudio. EL MODELO. Si usted lo desea, adoptaré la pose. LORENZA. ¡No! Espere a las demás señoritas. Se molestarían si se empezara sin ellas. Entre todas ellas, usted es la única formal. EL MODELO. ¡Usted llegará...! Posee la obstinación, que es una cualidad muy hermosa. Además, tiene usted dinero. ¡Y esto ayuda siempre...!

¡Qué dicha, y que amables son los hombres! a pesar de lo que dice mi tía. Qué ¿vuestra señora tía no ama a los hombres? La verdad es que ya pasó para ella la edad de la coquetería. La coquetería... Jamás se me habla de eso. ¿Os parece que se debe ser coqueta? Sin duda, primita; a mis ojos eso es una cualidad, pero coqueta en el buen sentido de la palabra.

Pocas mujeres pudieran hallarse que reflejasen en su fisonomía más nobleza, bondad y ternura, ni que supiesen unir de modo más dichoso una modestia sincera á una firmeza y elegancia en sus modales que alguna vez la hacían aparecer altiva y desdeñosa. Precisamente esta última cualidad era la que más atraía y encantaba al hijo de D. Baltasar.

Ningún sabio tampoco logró la dicha de poseer una compañera que con más diligencia supiese aplicar adecuados coscorrones á la familia para que no turbasen sus meditaciones. Mas, aparte de esta preciosa cualidad, hay que confesar que la esposa del tío Goro no se mostraba digna de él en la mayoría de las ocasiones.

En efecto; cuando tuvo veinte años, no había quien lo aguantase. Hay que decir que D. Bernardo no participaba de la ojeriza de su esposa hacia Vicente; antes consideraba aquella pulcritud como una preciosa cualidad, que le recordaba las que le adornaban a él en su infancia.

Lo importante era debutar, y luego... ¡luego!... Brillaba en sus ojos el resplandor de ilusión y de engaño que inflama a todos los visionarios de la gloria. ¡Cincuenta mil francos!... ¿No los encontraría en aquel país de ricos una mujercita como ella, amable y joven... y artista? Y su fe en el porvenir se apoyaba especialmente en esta última cualidad.

Hoy, mucho de esta cualidad, domeñada ya la naturaleza rebelde, suele trasmitirse por herencia; pero en los tiempos heroicos, la hermosura era como inspirada creación que la mujer artista realizaba en su propio cuerpo, a fuerza de esmerarse.

Este afecto le había conservado en el alma esa frescura que se considera a veces, pero erróneamente, como una cualidad esencial de la rusticidad.

¡Y pensar decía que nos enfurecíamos, como si el mundo fuese á deshacerse, porque alguien arrojaba una bomba contra un personaje! Estos exaltados ofrecían para él una cualidad que atenuaba sus crímenes. Morían víctimas de sus propios actos ó se entregaban sabiendo cuál iba á ser su castigo.

Y se dió el caso estupendo de que en algún periódico le pagasen menos dinero que a los demás, reconociendo la superioridad de su talento; y por eso mismo, porque su arte era «demasiado original». Y esa cualidad no la perdonan nunca la poetambre, ni los paladines de la frase hecha.