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Este método seria tanto mas acertado entre nosotros, cuanto que tenemos que cubrir una inmensa extension territorial, escaseando los recursos para aumentar los cuadros del ejército, mientras que sobran arbitrios para fundar nuevas poblaciones en los puntos mas vulnerables de la campaña, dotándolas con las tierras de propiedad pública.

Y las viñas extienden su sedoso tapiz de verde claro en anchos cuadros, en agudos cornijales, en estrechas bandas que presidían blancos ribazos por los que desborda la impetuosa verdura de los pámpanos. La cañada se abre en amplio collado. Entre el follaje, allá en el fondo, surge la casa con sus paredes blancas y sus techos negruzcos.

El pavimento era de mármol y los zócalos de azulejos; sobre éstos, y cubriendo gran parte de la pared, había cuadros al óleo de aquella escuela andaluza que ha llevado a los lienzos el tono caliente de la tierra, la esplendidez de la inflamada atmósfera y la agraciada melancolía de los semblantes. Afortunadamente para , Amaranta se dignó recibirme.

Quien busque en las comedias cuadros comunes prosáicos y naturales, imitaciones exactas de la realidad ordinaria, personificaciones de vicios y faltas con ejemplos morales, contrapuestos á ellas; quien concurra al teatro para oir acerbas invectivas y rasgos satíricos, ó para presenciar escenas groseras burlescas, que excitan estúpidas risas, ha de renunciar á Lope de Vega, indemnizándose con Molière ó Wicherley, Goldoni ó Kotzebue.

Una criada, de hábito negro también, entró con una lámpara antigua de bronce, que dejó sobre un velador después de decir con voz de monja acatarrada: «¡Buenas nochessin levantar los ojos de la alfombra de fieltro, a cuadros verdes y grises. Volvieron a quedar solos Ana y su confesor.

Y era muy de agradecerse y hasta de admirarse por este milagro del pobre cura de Tablanca; milagro que nunca habían logrado hacer conmigo ni los cuadros, ni los libros, ni los discursos.

A cada momento llegaban mozos cargados de muebles, de alfombras, de cuadros, y un tapicero se ocupaba en adornar á toda prisa un inmenso salón en aquella misma casa. Era ya cerca del obscurecer.

Allí había un boceto de ninfa sobre un fondo ocre sombrío, iluminado por dos o tres pinceladas audaces que denunciaban las formas de una mujer desnuda, de carnes bermejas y senos copiosos, y que Montifiori mostraba como un Rubens en el caballete de felpa cerezo que lo exhibía; más allá, cuadros firmados por Laucret, por Largilliere, por Mignard, por Trinquez, por Madrazzo, por Rico, por Egusquiza, por Arcos.

Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago. Las copitas de color rosa besaban las bocas, dejando en los rojos labios de las jóvenes adorables gotitas de azúcar líquido. La sobremesa, alborozada y ruidosa, duró mucho rato.

Sus lágrimas surgieron con toda libertad al verse en, aquella habitación cuyos muebles y cuadros le recordaban al ausente. Argensola corrió desde la puerta al fondo de la pieza, agitado, confuso, saludándola con frases de bienvenida y removiendo al mismo tiempo objetos.