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Segun la accion ya conocida de la dulcamara, se comprende que puede ser eficaz en las gastralgias y gastrodinias recientes, cuando el acónito y la coloquíntida han sido ineficaces, y que cura generalmente los dolores, aunque sean crónicos, produciendo sudores críticos.

§ III. Efectos terapéuticos. Las afecciones mas comunes que requieren el uso del tártaro estibiado, tienen por carácter la integridad, la relajacion de la fibra, las orinas turbias ú oscuras, las secreciones exageradas no suficientemente elaboradas, á lo cual podemos agregar: un estado de gastricismo, laxitud muscular pronunciada, agravacion del malestar y de los padecimientos abdominales estando sentado, las náuseas, deseo de ácidos, irregularidad del apetito y de la sed; y para los casos crónicos, palidez habitual, hinchazon de la cara, postracion, pesadez y embarazo de la cabeza, apatía moral.

El aumento de secrecion de los riñones, de la piel, de las mucosas, constituye el período intermedio al estado febril erético y á la infiltracion serosa de los tejidos, efecto de la defibrinacion de la sangre. Este estado es el cuadro de los efectos crónicos ó de dósis repetidas de subcarbonato y clorhidrato de amoníaco.

Las sales de amoníaco son muy eficaces en corizas con ozena, en ciertas irritaciones de estómago con astenia, en algunas cefalalgias crónicas unidas á corizas, en varios casos de hidrotorax y de pleuresía crónicos, en diversas bronquitis antiguas con flegmorragias complicadas con padecimientos asmáticos; en vaginitis rebeldes, leucorreas irritativas y otras afecciones de este género, cuando los síntomas generales y aun los locales armonizan con los del medicamento, principalmente si la piel está pálida, terrosa, fácil á escoriarse, hinchada y aun edematosa; cuando las orinas son abundantes, las secreciones mucosas exageradas, que hay epistaxis, hemoptísis, flujos hemorroidales poco abundantes, con atonía de las mucosas que están infartadas y aun momentáneamente irritadas.

Los fenómenos nerviosos y morales del carbonato de cal manifiestan un estado de padecimientos crónicos y de nutricion enfermiza; el moral le espresa por la ansiedad, la impaciencia, abatimiento, tristeza, sustos, hipocondría, indiferencia, falta de memoria y de voluntad.

Se la ha observado mas eficaz en las amigdalitis subagudas y los infartos crónicos que persisten despues; se opone á la reproduccion de las que proceden por el menor enfriamiento; antes ó despues de este medicamento se puede dar el grafito y el bromo; se ha empleado tambien la barita con resultado en anginas graves con infarto considerable de las parótidas, de las amígdalas, de los gánglios submaxilares, en la escarlatina con sequedad en la garganta y dolor lancinante al tragar: en este caso el sulfuro de cal es el mejor auxiliar; pero si la angina llegase hasta el punto de alterar los tejidos y aun gangrenarlos, la cantárida y el arsénico son los preferibles.

Este período es estraño á varios medicamentos, sin que se pueda atribuir en todos, á la imperfeccion de los ensayos fisiológicos, puesto que la coloquíntida estudiada esperimentalmente por Hahnemann mismo, carece de este órden de fenómenos crónicos.

A intérvalos mas ó menos largos, en el mismo dia, y alternando con los síntomas de concentracion, se repiten diversos fenómenos reactivos ó de espansion menos regulares, que son propios de arsénico: estos fenómenos se asemejan unas veces á fiebres intermitentes, otras á estados crónicos sometidos á exacerbaciones.

, señoras; la atmósfera viciada por vapores mercuriales, la insuficiencia del aire respirable engendra fatalmente, no sólo los temblores, el hidrargirismo crónico o agudo, que es lo que más les llamará a ustedes la atención, sino también los catarros pulmonares crónicos, la disentería, la tuberculosis, la estomatitis mercurial y otra porción de enfermedades que concluyen con la existencia del obrero o le dejan inútil para el trabajo a los pocos años de bajar a la mina.

Ya en la antigüedad se la empleaba en el asma, la hipocondría, los dolores crónicos y otras enfermedades reputadas como nerviosas ó incurables, casi del mismo modo que los griegos usaban el eléboro blanco; es decir, como último recurso.