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El pasajero que hoy cruza el Canal de Suez, bostezando ante el monótono paisaje de arenas y palos de telégrafo, no piensa nunca y hace bien, porque no hay motivo para agitarse la sangre en un sentimentalismo retrospectivo en los cadáveres que quedaron tendidos a lo largo de esos áridos malecones. Eran fellahs, esclavos sin voz ni derecho, y nadie habló de ellos.

Desde aquel lugar, la vista se extiende sobre un inmenso valle que se cruza y se despliega con gracia entre las laderas de los bosques y cuyo aspecto riente y tranquilo encanta el corazón.

Mi hijo... también a mi hijo lo arrojaron de la casa de comercio, y fue inútil buscar nueva colocación ni apoyo en sus amigos. ¿Quién cruza la palabra con el hijo del verdugo? ¡Pobrecito! ¡Como si a él le hubieran dado a escoger el padre antes de venir al mundo! ¿Qué culpa tenía él, tan bueno, de que yo le hubiese engendrado?

¡Sin etiqueta, señores! exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara. Sucedió a la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato; cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por la derecha; por medio el tocino; por la izquierda los embuchados de Extremadura.

Mira: la noche llega, un planeta dorado allá su luz desplega, la bruma de los valles se extiende por doquier; apenas por la sombra cruza algun peregrino, todo busca reposo; del árbol del camino el viento de la tarde hace el polvo caer.

Sin etiqueta, señores, exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara. Sucedió á la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato: cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por derecha; por medio el tocino; por izquierda los embuchados de Extremadura.

Luego, olvídate del cuadro, del arte, y mientras la mirada se pasea inconsciente por la tela, cruza los mares, remonta el tiempo, da rienda suelta a la fantasía, sueña con la riqueza, la gloria o el poder, siente en tus labios la vibración del último beso, habla con fantasmas.

Sólo alguna que tardía cruza tristemente el aire, á buscar allá en la aldea nido donde refugiarse, exhala un débil gemido triste, dulce, inexplicable; tal vez un adios al dia que no volverá á alumbrarle, tal vez murmullo de pena al verse sola y errante. Y pasa cual leve bruma que en misma se deshace, y entre la sombra se pierde desvanecida su imágen.

Mi compañero suspira, levanta los ojos al cielo, se pasa la mano por la ancha frente como para disipar una pesadilla terrible, cruza los brazos en las largas esperas de plato a plato como pidiendo a mismo serenidad y calma... Yo intento comer en silencio. ¿Lo consigo? Creo que no.

Anchísimo, recto, sembrado de árboles á derecha é izquierda, con aceras tan capaces por solas como las calles de muchas ciudades, cubierto de un extremo á otro por una red de carruajes que de dia y de noche se precipitan los unos tras los otros, henchido del millon y medio de habitantes que cuenta Paris, pues todo el mundo cruza al ménos una vez al dia por él, vestido de un extremo al otro con el oriental lujo de sus millares de tiendas; este boulevard merece verse con preferencia á cualquiera capital, y digo capital, porque Paris es el boulevard, y el boulevard por si solo és una capital.