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Y escribían a Zakunine: «¿Mientras «nosotros estamos aquí dispuestos a rendir la vida, mientras no esperamos más que una palabra, nos abandonas? ¿Acaso se te agotó el valor en Cronstadt? ¡Y eso que allí no arriesgaste gran cosa! ¡Estabas lejos, bien seguro, mientras que aquí otros morían!...»

Muchos de los asuntos de las obras de Comella están sacados de la historia moderna. Extraños debieron sonar para los españoles los títulos de su Catalina II en Cronstadt y su Federico II en el campo de Torgau. También existe de él un Guillermo Tell. Gaspar de Zavala y Zamora, y Vicente Rodríguez de Arellano fueron otros poetas dramáticos, que siguieron sus huellas.

La nave que debía transportar al Zar de San Petersburgo a Cronstadt saltaba por los aires; en Moscú se sublevaban dos regimientos; una columna de ciudadanos de Siberia marchaba, armada, hacia los Urales y un puñado de expatriados desembarcaba en Crimea y ponía a sangre y fuego las provincias meridionales del Imperio, todo al mismo tiempo.

Y entretanto, sus necesidades se habían hecho más urgentes. La última conspiración de Cronstadt le había costado tanto, que después no había sabido qué hacer: algunas cartas encontradas en Zurich, contestaciones a otras suyas, demostraban que se había dirigido a diversas partes insistiendo con apremio para que se le ayudara.