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De modo, que hicieron muy buenas migas la niña cristiana con su dorada cruz colgando de su blanca garganta, y el amarillo idólatra, con su horrible deidad de porcelana escondido en las profundidades de su vestidura.

Este magnífico y caprichoso templo sucedió á una iglesia cristiana, levantada en el siglo IV al primero de los mártires, á San Estéban.

La señora viuda de Dupont enternecíase viendo la humildad, la gracia cristiana con que su Pablo cambiaba de sitio el misal o manejaba las vinajeras. ¡Un hombre que era el primer millonario de su país, dando a los pobres este ejemplo de humildad para los sacerdotes de Dios; sirviendo de acólito al padre Urizábal!

Yo trabajo por hacerla cristiana; pero ella está conforme con ser el enigma escondido en el palacio de Faraon; digo mal, en el palacio de dos Faraones: uno es España. Probablemente ninguno de los dos serémos muy tiranos con ella.

¡La pregunta es boba! respondió el primer cautivo ; tantas puertas tiene como tiene casas, y tantas fuentes, que yo no las , y tantos pozos que no los he visto, y los trabajos que yo en él he pasado me han quitado la memoria de mismo; y si el señor alcalde quiere ir contra la caridad cristiana, recogeremos los cuartos y alzaremos la tienda, y a Dios aho, que tan buen pan hacen aquí como en Francia.

El padre Anselmo, singularmente, y sin poderlo remediar, a despecho de su humildad cristiana y del menosprecio de mismo, sintió un noble orgullo y se dio a entender que había hecho la más repentina y milagrosa conversión, deteniendo a aquella joven y simpática pecadora al borde del abismo en que iba ya a precipitarse.

Había en aquella superstición cierta grandeza trágica entre cristiana y gentílica.

D. GERÓNIMO RIPALDA: sabio jesuita que nació en 1536, y a la edad de quince años entró en el instituto de San Ignacio de Loyola: gran parte de su vida residió en Toledo, donde esplicó con lucimiento humanidades, filosofía y teología, y donde murió en 1618 a la edad de 84 años, dejando escrito el Catecismo y esposición breve de la doctrina cristiana, que aun sirve de texto en las escuelas públicas, y del cual se han hecho innumerables ediciones en España y en todas las naciones católicas de Europa, dejando también traducido el libro de Kempis Contemptus Mundi, o sea la Imitación de Cristo.

De estas sospechas no comunicó a su hijo más que lo suficiente para prevenirle contra la Regenta y sus confesiones de dos horas. No citó el nombre de Mesía. En los labios le retozaba esta pregunta: «¿Pero de qué demontres hablasteis dos horas seguidas?». No se atrevió a tanto. «Al fin su hijo era un sacerdote y ella era cristiana».

¡Salve, cristiana amazona que tras de tantos afanes dió el ilustre Magallanes de mi España a la corona! Si blasona tu pecho de real nobleza, rica perla de dos mares, no desdeñes los cantares con que ensalzo tu grandeza. Movido de anhelo santo, voy rebuscando en tu historia los anales de tu gloria, copiándolos en mi canto.