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Acercándose al gabinete de su padre, vio que levantaban un altar. Preguntó sencillamente lo que aquello significaba, y una criada, llevándole a un rincón, le dijo que no se asustase, que su papá había deseado confesarse y recibir la Comunión, y que su Divina Majestad vendría pronto a visitarle. Esta recomendación de no asustarse, hecha repetidas veces, produjo el efecto contrario.

A lo cual, ciego de furor mi padre, contestó atravesando con su espada a aquella criada traidora, y volviéndose luego a don Baltasar de Peralta, que deshonrado le había, aunque no hubiese sido sino engañándose, con él cerró, y a poco cayó mi padre sin vida, que menos diestro era que don Baltasar de Peralta y le furor le cegaba.

Pero Gregoria, su hermana mayor, criada y educada a su lado, copartícipe siempre de sus penas y placeres... ¿era posible que pudiera conducirse así? Casilda no podía consolarse.

Una criada gruesa, con aspecto de madre, o, si a ustedes les parece mejor, una madre con aspecto de criada gruesa, sale a abrir. Si viene usted a pedir limosna, puede volverse. C

La criada intentó tranquilizarla; pero los consuelos verbales la irritaban más. A eso de las nueve, la dolorida se levantó con resolución del sofá en que se había echado, y a tientas, porque el gabinete estaba oscurísimo, buscó su mantón. «Ya verán, ya verán» murmuraba en su agitación epiléptica; y a tientas buscó también las botas y se las puso.

En aquel momento se levantó un miembro del Jurado, un viejo delgado, huesudo, con una larga levita negra, y se dirigió al presidente: ¿Quiere usted permitirme una pregunta?... Karaulova, ¿hace mucho tiempo que es usted prostituta? Ocho años. ¿Y qué hacía usted antes? Era criada. Y, naturalmente, quien la puso a usted en el mal camino fue su amo... ¿O su hijo quizá? No, el amo mismo.

La criada de doña Carmen también parecía querer mucho a Julia, mirando, por el contrario, a Clotilde y su marido con respeto, pero sin cariño: todo lo cual indicaba que en la existencia de aquella familia había un secreto: según las apariencias Julia era o había sido víctima de alguna infamia.

Pero ¿adónde miraba ahora el Niño Jesús?... No se sabía.... ¿Hacia la ventana?... No.... ¿Hacia la puerta?... ; hacia la puerta.... ¿A ver? Carmen volvió la cara y allí estaba todavía la criada, boquiabierta, haciéndose la remolona, con una mano en el picaporte y otra en la cintura, como si esperase algún recado....

Las seis de la tarde serían cuando Rubín volvió a su casa. Estaba lívido, y de lívido pasó a verde, cuanto Patricia le dijo que la señorita había salido a compras. Dejándose llevar de su insensato recelo, interrogó a la criada, tratando de averiguar por ella. Pero a buena parte iba.

La ciencia de un buen médico y el cuidadoso esmero de su criada Juana, lograron conservar su vida y devolverle la salud. Durante la enfermedad y más aún en la convalecencia, en voz baja, al oído, tiñéndose sus pálidas mejillas de leve color de rosa, preguntaba ella con frecuencia a Juana: ¿Ha venido a saber cómo estoy? ¿No le has visto? ¿No ha hablado contigo?