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Los árabes, sin duda, trajeron este cuento y otros mil, en la Edad Media, desde el remoto Oriente. La criada que descuella por lo lista, amena y entretenida, se capta la voluntad y se convierte siempre en la acompañanta o favorita del ama, o de la niña o señorita soltera. Viene a semejarse a la confidenta de las tragedias clásicas, y aun puede hacer el papel de Enone.

Si la criatura conociese intuitivamente á Dios, su acto de voluntad seria necesariamente moral, porque seria necesariamente un acto de amor de Dios. La rectitud de la voluntad criada seria entonces un incesante reflejo de la santidad infinita, ó del amor que Dios se tiene á propio.

Lope se presentó al obscurecer, disfrazado de andrajoso mendigo, á la puerta de su amada; una criada fiel salió de la casa para darle una limosna, y en el pan que le entregó estaba oculta una carta de Dorotea; después se recostó bajo de sus ventanas, y fingió dormir, dando tiempo para que ella bajase á la reja sin ser sentida y entablasen ambos amoroso diálogo.

A la atención ávida de los curiosos, tampoco pudo ocultarse la marcha de éste para Nieva en compañía de Peña. En seguida se sospechó el objeto. Corrió por la villa como una chispa, la noticia de que Gonzalo se estaba batiendo con el Duque, no se sabía dónde. Don Melchor de las Cuevas vivía solo con un criado y una criada.

No señor; no señor.... Es capaz de morirse el pequeño.... He oído que el vino es un veneno para las criaturas.... Lo que tendrá será hambre. Sabel, que coma el chiquillo ordenó imperiosamente el marqués, dirigiéndose a la criada.

Tablas se había retirado a su casa, y la criada, no pudiendo resistir al deseo natural de hablar con su novio, de quien había recibido aquella tarde palabra de próximos desposorios, se fue a la carbonería del número 8. El anciano agente cerró bien la puerta y volvió a su cuarto, único de la casa que tenía luz.

A los pocos días de hablar con la criada de doña Carmen se acentuó el retroceso en el padecimiento de Clotilde, a quien velaban alternativamente una noche su marido con la doncella, y otra Julia con doña Carmen, la cual solía echarse en un sofá mientras Julia pasaba el rato leyendo y pronta al cuidado de la enferma.

Andreíña, la criada vieja y encubridora, trae la nueva de que está llegando Don Juan Manuel. ANDREÍ

Ella recordaba muy bien el nombre de la calle donde vivía el tabernero con quien la criada se había casado. Sabía que la taberna estaba en la calle del Humilladero; pero ¿cómo iba á la tal calle? Resolvió preguntar á algún transeúnte, y si daba con la casa, allí pasaría la noche, aplazando todo lo demás para el siguiente día. Segura estaba de que Pascuala la recibiría con los brazos abiertos.

No me vuelvas a decir palabra, porque no te contesto. ¡Eso! Grita ahora, fachendosa, después que te hice ver a Dios roncaba Manín con sorna, mirándola de reojo y sobándose la barba. ¡Si no te quitas de mi vista, baldragote!... exclamaba la diminuta criada, pasándole a su despecho relámpagos de risa por los ojos.