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¿Le parece a usted poco meternos en agua sucia? Hombre, no era plato de gusto; pero al verle a usted tan agitado y furioso, todos creímos en un peligro de muerte, ¿verdad, señoras? Las damas se deshacían en exclamaciones, llorando unas, riendo otras.

En la madrugada del siete de Abril de 1880 nos embarcamos en una falúa, habiendo puesto previamente en el bote que nos había de acompañar, escalas, cuerdas, picos, barretas y cuantos instrumentos creímos habían de sernos necesarios para explorar las costas del célebre Canal que divide las islas de Batan y Cagraray.

La gente de esta casa se marcha por el escotillón, y esto parece escenario de un teatro... Y creímos que había sido robada por lord Gray. La pícara se marchó sola...

Cuando llegó usted a casa creímos que el capellán era demasiado joven.... no se ofenda usted...: estábamos acostumbrados a la frente rugosa, a las canas del pobre viejecito que le precedió. Después hemos visto que el carácter suple en usted lo que otros adquieren a fuerza de años; y, francamente, nadie hubiera creído que pueda infundir tanto respeto quien cuenta todavía tan pocos.

Todos creimos que el Panteon se hundia, y que la cúpula, y las naves, y los techos, y las columnas, aquella enorme masa revuelta y confundida, se desplomaba sobre nuestras cabezas. Las dos señoras arrojaron un chillido que nos heló la sangre; yo creí que la tierra faltaba á mis piés, y me agarré frenéticamente á los hombros del brigadier Rotalde.

Luego que se ensartó los espejuelos y los acomodó bien, enganchados en las orejas y apoyados en la nariz, metió la otra mano en el otro bolsillo y saco un papel, ¡pero qué papel! Lo menos tenía una vara. Todos creímos que sería un discurso; pero no, señores, eran unos versos. Entonces, para hablar al Rey o al público o a las autoridades, privaban los malos versos sobre la mala prosa.

Aunque el Sr. y Margall, que comenzó este tomo escribiendo sus primeras 64 páginas, se habia propuesto incluir en él las tres provincias de CÓRDOBA, SEVILLA Y CÁDIZ, al emprender nosotros su continuacion creimos tan grande la importancia de la historia monumental de CÓRDOBA, que resolvimos desde luego consagrarlo á ella esclusivamente.

Luego supimos que el cocinero había llenado cuatro barricas a medias de agua y de ron, y habían bebido todos los marineros y chinos hasta quedar borrachos. En vista de que nadie nos espiaba, creímos que se podía hacer un intento de buscar agua, y se lo dijimos al teniente. Vaciamos en la cubierta una damajuana llena de brandy, que sacamos de nuestra cámara, y decidimos traerla con agua.

Oímos un chapoteo en el agua; creímos que era un caimán que se escurría entre las cañas bravas. De repente, pim... un tiro. ¡Ellos!... Al instante toda nuestra gente se echa los fusiles a la cara. Ta-ra-ra-trap... Un negrazo salta sobre , y zas, le meto el machete por el ombligo y se lo saco por el lomo... No me he visto en otra, hija».

Creimos estaban de paz, y nos alojamos en el lugarillo: y acabada la cena y puestos centinelas, dormimos hasta cerca de media noche, que el general echó menos las tres indias, y buscándolas, se alborotó el ejército, y sospechando mal de los Mbayás, secretamente se mandó al amanecer que todos estuviesen en su alojamiento prevenidos con sus armas, y prontos á egecutar lo que se les órdenase.