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Tal vez pudo creerse que esta precipitación en la partida y el no entrar en la casa los otros había sido de puro avergonzado; pero como doña Nicolasita no dio las gracias sino de un modo muy seco, y Juana y Juanita estaban escamadas, ambas lo atribuyeron a desdén y a estúpido recelo de rebajarse y contaminarse en el trato de ellas.
Pasará usted la vergüenza de ver que era vanidad muy grande creerse buena mucho antes de serlo, tomar por voces de Dios voces que la Santa llama del diablo... pero en estos pasajes no hay que detenerse.... No hay que comparar... hay que seguir leyendo... y cuando se haya vivido algún tiempo dentro de la disciplina sana... vuelta a leer, y cada vez el libro sabrá mejor, y dará más frutos.
Con este pergenio y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesto de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la llaga en la frente, si bien podría creerse que hacía las veces de esta el lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo.
En el paseo de la noche, que viene a ser subrepticio, a lo menos así lo llama don Saturnino, hay además el atractivo que le presta la fantasía. Se ve lo que no hay. Cada cual, según su imaginación, atribuye a los que pasan la figura que quiere. Parecen otras las chicas dicen los pollos. Los vetustenses gozan la ilusión de creerse en otra parte sin salir de su pueblo.
Estaba halagada, pues nunca disgusta a una mujer el creerse amada, halagada, pero triste al mismo tiempo. Tenía grande estimación y afecto por Juan, y la afligía el pensar que ella era la causa de su sufrimiento y desgracia. Por otra parte, Zuzie tenía el sentimiento de su inocencia. Con los demás, algunas veces era coqueta, muy coqueta. Atormentarlos un poco no era un gran crimen.
Y daba á eso calor el creerse ellos neciamente eternos; y aunque veían todos los días quedárseles muertos en sus brazos sus amigos y parientes, con todo eso, á la evidencia de los ojos prevalecía el error del entendimiento.
Había comprendido el chiste de la avena que se había de comer el otro y fingió creerse vencido. Señores dijo corriente, no se hable más de esto; yo pago la callada. Casi siempre pasaba él allí por el más ignorante, y el ver a Ronzal objeto de burla general, le puso muy contento.
El Príncipe miró la cara de Ferpierre, casi en actitud de replicar la ironía de la observación; pero luego inclinó la cabeza y en voz baja, con acento de amargura, dijo: ¡Ese sentimiento fue en extremo fatal!... Efectivamente, ¡cuando ya podía creerse libre de mí y pensar en disponer de su vida en otra forma, yo vine a recordarle su antiguo compromiso, el error que debía pesar irreparablemente sobre ella!
Una noche, estando en Marsella de paso para Egipto, Mina quiso pasear por el Puerto Viejo, á la luz de la luna. ¡Ver los buques antiguos del Mediterráneo dormidos sobre las aguas de plata! ¡Creerse en tiempos de la Odisea al contemplar las filas de pequeños veleros procedentes de Grecia!... Los muelles desiertos resultaban peligrosos después de media noche.
Cuando la palabra del cristianismo naciente llegaba con San Pablo al seno de las colonias griegas de Macedonia, a Tesalónica y Filipos, y el Evangelio, aún puro, se difundía en el alma de aquellas sociedades finas y espirituales, en las que el sello de la cultura helénica mantenía una encantadora espontaneidad de distinción, pudo creerse que los dos ideales más altos de la historia iban a enlazarse para siempre.
Palabra del Dia