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Pidiéronle que cantara la Pitita, y hay motivos para creer que la cantó, aunque él lo niega en redondo. En medio del desconcierto de sus sentidos, tuvo conciencia del estado en que le habían puesto, y el decoro le sugirió la idea de la fuga.

En esto hay que contar con la índole, con el esqueleto espiritual, con esa forma interna y perdurable de la persona, que suele sobreponerse a todas las transfiguraciones epidérmicas producidas por la enseñanza; pero con respecto a Fortunata, ninguna de las madres, ni aun las que más de cerca la habían tratado, tenían motivos para creer que fuera mala.

No puedo creer que usted, si hace á Clara la acusación que á me ha hecho; si ella, con la serenidad de la inocencia, le contesta á usted la verdad, no puedo figurarme de ningún modo que usted no la crea.

Al principio de su estancia en la clínica tenía los dedos hinchados y cubiertos de cicatrices; pero con el tiempo se fueron tornando insensibles, la piel se endureció, y cuando llamaba, se podía creer que sus dedos eran de piedra. Pomerantzev se creía obligado a charlar un poco con él siempre que le encontraba. ¡Buenos días, señor! ¿Sigue usted llamando?

No os podéis imaginar con qué tierna solicitud, con qué piedad respetuosa Germana le obligó a tomar algún dinero y la duquesa le vistió y le peinó para que fuese a cenar fuera de casa. Volvió a las dos de la madrugada. Su mujer y su hija oyeron unos pasos desiguales en el corredor. Pero ni una ni otra abrieron la boca y procuraron hacerse creer mutuamente que dormían.

De que seas capaz de creer eso que dices, respondió Nieves más serena ya . ¡

Hay razones para creer que la idea de este suceso movió al viejo droguero a traspasar a Santiago su droguería mucho antes de lo que tenía pensado; tanto más, cuanto que se sabe que su dependiente apuntó cierto escrúpulo que tenía de casarse sin estar arraigado completamente a su gusto, con la advertencia de que esto del arraigo no lo estimaba él en una riqueza, que no merecía, sino que algo como..., verbigracia: una droguería bien montada que fuera de su propiedad absoluta, para lo cual no daban sus ahorros por entonces.

Por lo demás, su candor rayaba en lo inverosímil: cualquier disparate, por grande que fuese, con tal que se lo dijesen en serio, lo creía; no le entraba en la cabeza que una persona de años y de carácter se atreviese a decir delante de gente una patraña por sólo el placer de embromar a un amigo; no obstante, tanto abusaron de las mentiras con él, que andando el tiempo llegó a no creer siquiera las verdades, o por mejor decir, éstas eran las que se le atravesaban con más frecuencia.

Mientras tanto, conténtese usted con saber que habitamos unas ruinas sumamente pintorescas. Desde lejos, la casa parece una vieja iglesia demolida durante la Revolución. No hubiera podido creer nunca que se pudiese vivir en su interior.

Porque tus blancos y afilados dientes el goce intensifican; porque mientes un platónico amor, ¡bendita seas! Yo creí adivinar en tus antojos acicate a pasiones sexuales; mas moduló tu voz ternuras tales, que hasta llegué a creer en tus sonrojos. ¡Cómo fingias crisis pasionales, de hondo y sentido amor, en tus enojos...! ¡Si hasta fingieron lágrimas tus ojos, en sartales de perlas, a raudales...!