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Habiendo sido en el estado salvage fanáticos y crueles en el mas alto grado para guardar la observancia de sus creencias supersticiosas, no pudieron abrazar la religion católica, sin dejarse llevar de igual exageracion; por lo que fué muy fácil sujetarlos á todas la reglas del cristianismo.

Adora á Dios sin que en sus ideas religiosas entre para nada tratar de profundizar ninguno de sus misterios, llevándole su misma ignorancia al fatalismo que predomina en la generalidad de los indios. Á la muerte la llaman la raya-negra, y poco ó nada hacen para contrarestar ese negro surco de sus creencias, tan luego anuncia una de sus muchas abusiones que la muerte ha de entrar en una casa.

Han mentido tanto los poetas sobre el amor, lo han falseado de tal modo, exagerándolo, que ya no se sabe ciertamente lo que es. Y hablaba a la joven del amor, explicándolo según sus creencias.

El hombre misterioso que lo habitaba debía de odiar tanto la luz del sol como la de la fe. El P. Gil dirigía luego la vista al cielo y daba gracias a Dios desde el fondo del corazón por haberle tenido siempre de su mano, por haberle hecho nacer y vivir en la región luminosa de las santas creencias cristianas.

Tales eran las pretensiones del «Fin de Siglo», quien, no conservando las creencias del pasado y siendo demasiado tonto para penetrar las del porvenir, había acabado por no tener ninguna.

Por cierto, marqués, que si mi bienestar personal fuera la única causa, puede usted creerme, despreciaría mis millones de España; pero me parece conveniente y de buen ejemplo, que una casa como la mía, no desaparezca de la tierra sin dejar tras ella, una traza durable, un monumento brillante de su grandeza y de sus creencias.

Montifiori había pensado en que él no podía ser católico al cohete, sin servirse de sus creencias religiosas.

A sus creencias, vacilantes y endebles, no quería tocar, como si fuesen un diente próximo a caerse y con el cual evitase morder cortezas duras. Vivía a su gusto y talante, sin meterse en más libros de caballerías.

Pero no se mataría; ante todo, las creencias y el ser poeta. La muerte frita no figura entre los suicidios de los hombres de genio. Pero si no se mataba, sabría vengarse; él era un hombre, y cuando bajase aquel teniente ya le exigiría cuentas.

Soy tan escéptico, que no atino a creer en las creencias de los otros. Se me figura que los más consecuentes suelen ser los menos sinceros; que son consecuentes a fuerza de ser testarudos.