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Cataplasmeros, doctor gritaba. Nada más que cataplasmeros. Este es un país acostumbrado á la disciplina y á la autoridad: por eso el pobre que en otro tiempo fué carlista, cree ahora sin esfuerzo alguno en esas organizaciones casi militares, que le prometen cambiar la sociedad poco á poco.

Aquí el catalán soltó una carcajada sonora y brutal que dejó avergonzado al buen D. Nemesio. Bueno, señor; si usted no cree en su eficacia, nada hay perdido. Quedó un poco amoscado y tardó algún tiempo en hablar; pero al cabo de algunos minutos no pudo contenerse y volvió a pegar la hebra asándonos a preguntas. A dónde íbamos, de dónde éramos, qué profesión teníamos, etc.

Y así, pregunto otra vez: hoy por hoy, en este mismo instante, tal como usted es, tal como usted piensa y siente, ¿a cuál de los susodichos pretendientes elegiría? ¿Con cuál de ellos cree usted, hoy por hoy, en este instante, que sería más feliz teniéndole por marido? ¡Pero, la mi Madre celeste!... ¡Mire que es tema el de este hombre de Satanás! ¿Cómo he de decirle yo esas cosas?

Pero, en fin, señor replicó la joven balbuceando ; ¿usted cree... está seguro, que no tengo nada que temer por mi marido?... ¿que no puede ser herido? Estoy persuadido de ello. Bien, señor... gracias; le saludo, señor. Siguiole con la vista, hasta que hubo salido, y tomando después la mano de su madre: ¡Ah, madre! dijo . ¡Siento que me voy volviendo criminal!

Es más: D. Juan aplaudió la idea de escribir novelas fundadas en hechos reales, y me animó á que siguiese cultivando el género. Esto nos movió á hablar del Comendador Mendoza. ¿El vulgo dije yo, cree aún que el Comendador anda penando, durante la noche, por los desvanes de la casa solariega de los Mendozas, con su manto blanco del hábito de Santiago?

Mi alma, que el duelo despreciarlo sabe, no teme de la sátira las balas. ¡Bajo lluvia de plomo se irgue el ave porque cree en la fuerza de sus alas! ¡Héroe preclaro de la patria mía... resurge del abismo del olvido...! Ya te llama el clarín del nuevo día, pregonando tu nombre esclarecido...

Pensó Lotario que aquel hombre que había visto salir tan a deshora de casa de Anselmo no había entrado en ella por Leonela, ni aun se acordó si Leonela era en el mundo; sólo creyó que Camila, de la misma manera que había sido fácil y ligera con él, lo era para otro; que estas añadiduras trae consigo la maldad de la mujer mala: que pierde el crédito de su honra con el mesmo a quien se entregó rogada y persuadida, y cree que con mayor facilidad se entrega a otros, y da infalible crédito a cualquiera sospecha que desto le venga.

Si fuera preciso dijo faltar a algún deber, no se lo pediría a usted... Me dirijo a usted precisamente porque la tengo en particular estima, porque que es usted leal y piadosa y porque usted cree en la santidad de un juramento... ¡Oh! no tenga usted miedo añadió adivinando que la solemnidad de la palabra juramento me había alarmado; sólo se trata de , de sola, de una cosa de la que depende mi porvenir...

Al verla Fernando en el piano, había sentido curiosidad por conocer su música. ¡Tal vez una romanza dulzona y sensiblera de opereta!... Y aún le duraba la sorpresa que había experimentado al escuchar las grandiosas frases del dolor de Iseo. Debe tener una voz magnífica, ¿no lo cree usted, Isidro?... Quisiera ser su amigo... Usted debe conocerla.

Meléndez castiga severamente al degenerado joven, pero cree al mismo tiempo que ningún hijo es capaz de cometer tales atentados contra su padre, é intenta averiguar de Elvira si ha sido otro el que lo engendró. Espíala en sueños, y sabe entonces la afrentosa astucia de su alférez Gómez de Melo.